¡Quién no ha asistido a algún episodio de agresividad infantil! Estos ‘arranques’ suelen tener múltiples causas. En esos momentos en que los niños reaccionan con violencia o entran en la espiral de una
rabieta, es comprensible que los padres se sientan
desbordados. Sin embargo, existen
técnicas y estrategias que pueden aplicarse para reconducir estas conductas y restaurar la calma.
Los primeros signos de agresividad suelen manifestarse
a partir de los 2 años y, por lo general, vienen provocados por sentimientos de
frustración, ira, miedo, cansancio o incluso estrés.
A esa edad, los niños no han desarrollado aún un control emocional completo, ni la capacidad de gestionar sus impulsos. Tal como señala la
Academia Americana de Pediatría, “un niño pequeño aún no tiene la madurez suficiente para manejar su enfado con serenidad”. Afortunadamente, con el acompañamiento adecuado y la guía de los adultos, esta fase termina por superarse con éxito.
Técnicas para tratar la agresividad infantil
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La distracción es un método que funciona bien con los más pequeños | Fuente: Canva[/caption]
En la web
Mi Pediatra se proponen varias técnicas prácticas para que madres y padres ayuden a sus hijos a lidiar con los ataques de ira:
1. Técnica de la tortuga
En 1974, los autores Marlene Schneider y Arthur Robin crearon el 'Método de la tortuga', de gran utilidad para recuperar el control en situaciones de desenfreno emocional. Se ideó pensando en los niños desde la edad de preescolar hasta los 7 años, y consiste en
invitar al pequeño a imitar la postura de una tortuga escondida dentro del caparazón.
Se debe desarrollar como sigue: primero les decimos que entren en su 'escondite' para superar las emociones de furia y frustración, con la barbilla tocando el pecho, los brazos contraídos y los puños cerrados. Después de tensar los músculos durante 10 segundos, al soltarlos el cuerpo se irá relajando poco a poco.
Explícale a tu hijo que puede introducirse en el caparazón siempre que se sienta enfadado. Resulta un ejercicio divertido y de fácil comprensión para los más pequeños, ya que no les costará imaginar que las tortugas también se esconden para calmarse.
La técnica se completa dibujando una tortuga de tamaño grande en una cartulina. El niño deberá colorear o rellenar una de las subdivisiones del caparazón cada vez que logre controlar su agresividad de esta forma, es decir, imitando la postura del animal.
Cuando consiga terminar todo el dibujo, recibirá una pequeña recompensa (por ejemplo, ir al parque o tomar su merienda favorita) como
refuerzo positivo.
2. Técnica del 'Oso Arturo'
Aunque lleva el nombre de un animal, esta vez tu hijo no tendrá que convertirse en un oso. En cambio, deberá hacerse cuatro preguntas en voz alta cuando sienta que la agresividad lo domina:
- ¿Qué problema tengo?
- ¿Cómo me estoy comportando?
- ¿Cómo lo puedo solucionar?
- ¿Qué plan estoy aplicando?
Es una técnica que invita al niño a la autorreflexión, a pensar en los motivos de su conducta y en cómo está manejando la situación. Aunque todavía sean pequeños,
irán desarrollando su capacidad de análisis y comprensión, procesos mentales que practicamos durante toda la vida.
3. Método del semáforo
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La técnica del semáforo, primer paso para el control emocional | Fuente: Cánva[/caption]
Este juego también es útil para lidiar con la agresividad infantil. Con él, tu hijo
aprenderá a identificar sus sentimientos y a manejar las emociones que le causa la frustración.
Primero, hay que dibujar un semáforo en una cartulina y pegarla en la pared. Intenta que la figura resulte divertida; eso le ayudará a estimular su imaginación.
Seguidamente, usa papel o cartón de colores para crear tres círculos: rojo, amarillo o naranja y verde. Otra opción es que paséis un rato pintándolos vosotros mismos. Después,
dile al niño que pegue el círculo rojo cuando se sienta molesto o crea que está a punto de perder el control.
Una vez que empecéis a hablar sobre el tema para buscar una solución, pega el color amarillo o el naranja como señal de que se está llegando a un acuerdo. Finalmente, el verde servirá como indicativo de que la situación se ha calmado.
Es
una forma visual y sencilla de enseñar que
todas las emociones son válidas, pero deben expresarse de manera adecuada.
4. Capta su atención con canciones
Es un ejercicio que podemos realizar con menores de 4 años. La música tiene un efecto casi hipnótico en ellos y puede servirte para hacerles
olvidar aquello que les produce rabia y para reorientar su atención en la letra y la melodía.
Así como entonas canciones para ayudarlos a dormir, hazlo también para mitigar la agresividad infantil. Conviene que sea un ejercicio dinámico que incluya
el movimiento de la cabeza, las manos y las piernas, para redirigir su energía y calmar su malestar.
Puede que al principio no quiera participar, pero la repetición y la propuesta lúdica suelen dar resultado. Aprovecha que a esa edad se distraen con facilidad para cambiar la dinámica.
5. Estimula su imaginación
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Estimula su imaginación, a menudo da resultado | Fuente: Canva[/caption]
La imaginación de tus hijos es maravillosa. Tienen la capacidad de fantasear sobre cualquier cosa que le sugieras, sobre todo si los estimulas de forma adecuada.
Cuando el niño empiece a alterarse, crea una historia fantástica en su entorno, sacada, por ejemplo, de algún cuento. Este tipo de recursos
transforman el conflicto en juego, facilitando que el niño abandone su estado de tensión.
Consejos para los padres
Los especialistas de la Academia Americana de Pediatría brindan una serie de valiosos consejos para ayudarnos a lidiar con la agresividad infantil:
1. Mantén un equilibrio
Evita tanto la rigidez excesiva como la permisividad total. Si eres demasiado estricto, es posible que tu hijo adopte una actitud rebelde. Pero si le permites todo,
recurrirá al berrinche sistemáticamente como forma de conseguir lo que quiere.
La clave está en mostrarle afecto mientras mantienes firmeza en las normas del hogar.
2. Fomenta la comunicación
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Agáchate y habla a tu hija mirándola a los ojos | Fuente: Canva[/caption]
Cuando tu hijo esté alterado,
agáchate a su altura, míralo a los ojos y pregúntale por qué actúa así. Hazle saber que estás dispuesto a escucharle, pero también que su conducta no es la adecuada.
Muchas veces, la agresividad infantil no es más que
una llamada de atención. Dedicarles tiempo de calidad puede marcar la diferencia.
3. Deja las reglas claras
Tu hijo necesita entender que
tiene derecho a enfadarse, pero no a expresarlo de forma agresiva. Si sobrepasa los límites, debes aplicar una consecuencia lógica, como cancelar un plan especial o limitar el uso de pantallas.
Eso sí, nunca recurras al castigo físico. Está demostrado que puede provocar daños emocionales duraderos y no enseña a gestionar las emociones de forma saludable.