¿En qué nos basamos para asignar cada cartel?
Suele comenzar desde el inicio de interacción entre los cuidadores principales y el bebé. A partir de aquí, se van observando ciertas características del menor. Se pueden encontrar unos más tranquilos, llevaderos, de fácil adaptación; mientras que, por otro lado, los hay más inquietos, impulsivos, con dificultades a la hora de adaptarse a los cambios, emocionalmente más intensos o con mayor tendencia a la frustración. Este tipo de características, basadas en un primer momento en el temperamento, son las que generan diferentes reacciones en los cuidadores. Los niños teóricamente llamados de temperamento “fácil” son acogidos con mayor facilidad, mientras que los que cuentan con una personalidad más “difícil” generan mayor tensión y frustración en los adultos. En este último caso la interacción se ve afectada, puesto que las emociones de los padres entran también en juego. Por ejemplo, ante la respuesta de negatividad a la hora comer, dormir u otras actividades, los progenitores pueden llegar a sentir impotencia o ansiedad, llevándolos a reaccionar de manera intensa, lo que refuerza, a su vez, la frustración de su hijo.
La importancia de la gestión emocional
A medida que pasa el tiempo, esta retroalimentación se convierte en la manera de interaccionar, no posibilitando en muchas ocasiones una adecuada gestión emocional (siendo en un principio los adultos quienes les ayuden a ello) y alternativas al comportamiento inflexible. Las etiquetas de ser “niños malos” o “buenos” recobran mayor incidencia al darse dichas situaciones y ante las famosas comparativas con el resto de hermanos, si los hubiera, amigos o primos. De este modo, como se ha señalado con anterioridad, los menores responden al servicio de dichas connotaciones, donde también el rol adquirido genera en ellos la necesidad de mantenerlo, dados los diferentes reforzamientos. Por lo que comienza a formar parte de su identidad y autopercepción. Por tanto, y en base a lo expuesto, no existen como tal niños malos o buenos, sino que, algunos son más activos y otros menos, así como unos son más reactivos que otros. La maldad y la bondad son conceptos asociados a explicar la moralidad, la función o intencionalidad de la persona. Y, aun así, en condiciones normales, siempre hay una historia detrás de las reacciones de cada individuo. Como resumen a todo lo explicado se habla de "temperamento", es decir la base con la que venimos configurados, y "ambiente", siendo este último el que mayor peso tiene. Por lo tanto, y según recomiendan los expertos, sería bueno centrar las energías en:- Dejar las etiquetas a un lado y centrar la atención en los hechos concretos. No es lo mismo "SER" que "ESTAR". Por ejemplo, ser enfadica no es igual que estar enfadado (uno engloba a la persona y el otro indica solo la conducta)
- Analizar y gestionar las necesidades y emociones de los pequeños, así como las propias de cada uno
- Ofrecer pautas alternativas al comportamiento inflexible
- Aprender a delegar y pedir ayuda en ciertas ocasiones
- Ver a los niños como niños

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