Particularidades de los niños emocionalmente intensos
Las características de estos niños son las de cualquier otro, pero muy potenciadas.1. Poco tolerantes a la frustración
En cuanto a las reacciones afectivas que experimentan, no gestionan bien la frustración, son muy extremos, tan pronto se ríen como lloran y gritan (labilidad emocional), y habitualmente se muestran malhumorados y cabezotas.2. Perseverantes en sus ideas
Les cuesta entrar en razón, no escuchan y, en ocasiones, se comportan de forma agresiva con los demás o con ellos mismos. A menudo se les identifica como Niños Altamente Sensibles (NAS) y necesitan un elevado nivel de comprensión por parte de todo su entorno.3. De naturaleza inquieta
En el área motriz gruesa suelen ser buenos, de movimientos ágiles y certeros. Y no paran, son muy activos, inquietos y generalmente manifiestan bastante ansiedad. [caption id="attachment_597476" align="aligncenter" width="700"]
4. Dispersión mental
Por lo que respecta al área motriz fina, la manipulación es buena, pero no se centran. Su atención es dispersa, se cansan enseguida y pasan a hacer otra cosa, por lo que conviene que no tengan excesivos juguetes a su alrededor (pocos o muy pocos es mejor que muchos). Estas dificultades de atención se deben a que no son capaces de procesar un solo estímulo, sino que manejan varios a la vez, lo que les produce dispersión y estrés. Presentan tendencia a la sobresaturación y, en consecuencia, se produce una sobreactivación.5. Altamente perceptivos
Su nivel perceptivo suele ser muy alto. Se dan cuenta de todo, hasta de los detalles más insignificantes. Son muy conscientes del estado de ánimo de las personas que les rodean y por lo general muestran bastante empatía con las emociones de los otros. Aceptan bastante mal los cambios, por lo que resulta impredecible saber cómo van a reaccionar cuando los sacamos de su ritmo normal.6. Sensibilidad a flor de piel
Revelan una gran perceptibilidad respecto al entorno en general. Tienen una alta sensibilidad a los ruidos (se pueden tapar las orejas, ponerse a gritar o tirarse al suelo cuando los oyen). También a los olores y sabores, que llegan a producirles malestar cuando no los aguantan, incluyo llantos y vomitonas, bien porque tienen la emoción del asco muy acentuada, bien por el disgusto desmedido que manifiestan en esas ocasiones. Los colores también son una posible fuente de irritación e incomodidad, por lo que a veces solo quieren vestirse con unos colores determinados y otros los rechazan de plano. En definitiva, estos menores superan a la media en todo: en movimiento, en inquietud, en energía, en sensibilidad, en extremos emocionales y, también, en perseverancia. Manifiestan problemas con los cambios, les molestan los ruidos y las luces, son impredecibles en muchos aspectos, como en percepción y en distracciones, y desarrollan altos niveles de ansiedad. Todo ello hace que los padres de niños emocionalmente muy intensos eviten, en muchas ocasiones, las relaciones sociales porque, según sus palabras, sus hijos “se portan fatal”, se muestran maleducados, rebeldes, no obedecen y se resisten a hacer lo que les pedimos y tienen fuertes rabietas, ya que sus procesos de autorregulación, tanto de su conducta como de sus sentimientos, son nulos.¿Qué necesitan estos niños?
Lo que necesitan es un modelo de crianza diferente para ayudar a las familias a abrir la mente, a trabajar la paciencia y la escucha activa y a aprender a esperar a que finalice una rabieta sin entrar en debate con ellos para no producir más tensión de la que ya existe. Los niños emocionalmente intensos responden mejor a un modelo de educación cariñoso, afable, comprensivo, paciente y comunicativo. Hay que practicar el respeto y ser positivos, pero sin permitirles sobrepasar las normas y los límites que se han establecido en la familia, porque esto último no significa respetar al menor, sino fomentar sus problemas. Hay que atender todas sus necesidades básicas, pero sin olvidarnos de que nosotros, como madres y padres, también tenemos las nuestras, y debemos vigilarlas para sentirnos bien y poder hacer frente a su desbordante vehemencia. Aunque la ‘receta’ es intentar mantener la tranquilidad, somos plenamente conscientes de que esto es muy fácil aconsejarlo desde fuera, pero muy complicado llevarlo a la práctica, por lo que el asesoramiento y el apoyo profesional es imprescindible. Es muy importante que los padres hagan oídos sordos a los consejos inexpertos de todos los que opinan sin conocer nada sobre este tema, aunque sean del entorno familiar, porque se basan en premisas generalizadas fundadas en lo que entiende la sociedad por ‘buena educación’. Lo único que dichas opiniones generan en estas familias es un ambiente doméstico mucho más tenso todavía y difícil de gestionar, ya que estos niños reclaman continuamente atención y, generalmente, contacto físico. [caption id="attachment_597474" align="aligncenter" width="700"]
Claves para sobrellevar la situación en la familia
- Hay que establecer límites y normas que el niño o la niña no debe sobrepasar. Eso se logra con coherencia familiar; si todos vamos en la misma dirección y actuamos de forma muy similar.
- Tener rutinas y ritmos lo más estructurados posible.
- Admitir la situación que tenemos, lo que implica aceptar a nuestro hijo tal y como es, con sus defectos, pero también con sus muchas virtudes. Su temperamento es así y, por tanto, no va a cambiar por mucho que nos empeñemos, por lo que habrá que aprender a tratarlo con paciencia y mucho cariño.
- Empatizar con sus problemas y fomentar las relaciones sociales para que pueda comunicarse y expresarse en ambientes y lugares diferentes a su entorno más próximo. Perder el “miedo al qué dirán”.
- Identificar y analizar qué es lo que desencadena ese malestar tan fuerte y sus reacciones negativas. Apuntarlas, tanto la causa como la reacción, nos ayudará a realizar un seguimiento exhaustivo que nos permitirá anticipar el problema y ponerle solución antes de que llegue.
- Informar al entorno familiar para que todos sepan cómo reaccionar y actuar con el niño.

Consejos para las familias que viven su realidad de forma desmedida
1. Estar pendientes de sus reacciones
Hacer que se sientan acompañados en todo momento en un ambiente de serenidad y tranquilidad.2. Evitar ir a lugares muy concurridos
Procurar no ir a sitios en los que haya mucho ruido o luces que cambien de forma intermitente, porque les puede producir una estimulación cerebral excesiva.3. Invitarles a descansar
Debido a sus problemas de intensidad, se agotan y, probablemente, precisan más tiempo de descanso que sus iguales. Así podrán relajar no solo el cuerpo, sino también la mente y, por tanto, los niveles de ansiedad.4. Respetar sus ritmos biológicos
Esto supone que tratemos de adaptarnos, en lo posible, a sus ritmos.5. Procurar su confort
Trabajar todo aquello que potencie el bienestar y facilite la tranquilidad del niño.6. Alejarle de las pantallas
Las pantallas producen una altísima estimulación cerebral y, aunque la sobreexposición perjudica a todos los niños, en estos casos deberían ser excluidas por completo.7. Pocos juguetes
Tener el mínimo número de juguetes a su alcance favorecerá el nivel de atención y evitará, en la medida de lo posible, la dispersión.8. Potenciar la adaptación a los distintos entornos
Fomentar su autoaceptación, reconociéndose tal y como es, con sus defectos, pero a su vez recordándole todo lo bueno que tiene.9. Empatizar con el niño
Mostrar que le entendemos y practicar la escucha activa invitándole a conversar.10. Acompañamiento en las crisis
Cuando explote, acompañarlo y no hacer comentarios. No dejarle solo en ningún momento, que sienta que nos tiene cerca. Y evitar las agresiones hacia los demás y, por supuesto, las autoagresiones si las hubiera, haciendo que tenga todos los medios posibles a su alcance para canalizar ese problema que tiene. Los niños emocionalmente intensos, de alta demanda (término que utilizó por primera vez el pediatra estadounidense William Sears) y que desbordan a sus progenitores, necesitan hacer deporte, preferiblemente de equipo, para aprender a relacionarse con otros y controlar la frustración. Hay que fomentar su independencia y responsabilidad, facilitar su comunicación, establecer con ellos las normas y los límites de forma clara y concisa, respetar sus rutinas y ritmos diarios, así como enseñarles a reconocer sus emociones básicas. En definitiva, cuando los padres entienden qué le pasa a su hijo y aprenden a gestionarlo, su actitud cambia, lo cual favorecerá su desarrollo y mejorará su nivel de intensidad. Como ya sabemos, “la paciencia es virtud de padre y madre”. Lo que resulta evidente es que, al ser un rasgo temperamental, en mayor o menor grado, tendrá que convivir con él toda su vida.Verónica García Notario Directora de la Escuela Infantil Delphos Centro de Educación Infantil asociado a ACADE

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