La principal característica de los niños consentidos es que piensan y actúan como si el mundo girara a su alrededor. Están acostumbrados a conseguir lo que quieren cuando lo quieren y, si no es así, suelen montar en cólera hasta que alcanzan su objetivo. Además, tienden a apreciar poco o nada lo que tienen y exigen ser el centro de atención de los demás, generalmente sin aportar nada a cambio.
Las consecuencias de este tipo de crianza no se limitan a una convivencia difícil durante la infancia, sino que llegan a reflejarse durante las etapas posteriores. No es extraño que, al alcanzar la adolescencia, se conviertan en individuos problemáticos e incluso agresivos. Por otra parte, fruto de la sobreprotección experimentada, existen muchas probabilidades de que sean adultos inseguros, con escasa tolerancia a los problemas y, en definitiva, incapaces de ser felices.
Cómo saber si estamos mimando demasiado a nuestros hijos
Todos los niños tienen días malos en los que su comportamiento no es el mejor que cabría esperar. Por eso es importante distinguir si nuestros hijos e hijas están pasando por un momento complicado o si, por el contrario, se están convirtiendo en niños consentidos. Si nos encontramos ante este último supuesto, observaremos que se repiten conductas indeseadas como las siguientes:
1. Se enfadan y tienen rabietas de manera habitual
Cada vez que no consiguen lo que quieren, acostumbran a mostrar agresividad y a exteriorizarla mediante amenazas, agresiones verbales o físicas y rabietas. Una actitud que no solo se limita al ámbito del hogar, sino que también la pueden mostrar en público.
2. Nos desafían constantemente
La desobediencia es otra de las constantes en el día a día y suele manifestarse haciendo caso omiso a las normas que imponemos e incluso ignorándonos cuando se lo recriminamos.
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3. Nunca parecen satisfechos
Por mucho que reciban, los niños consentidos nunca suelen tener suficiente. Son insatisfechos por naturaleza y, conscientes de que normalmente les damos todo aquello que desean, tienden a exigir más.
4. Intentan controlarnos en todo momento
El resultado de ceder de manera continua a sus deseos es que, a la larga, aprenden a controlarnos. Por tanto, en lugar de acatar las reglas, sienten que tienen el poder necesario para saltárselas y actuar a su antojo.
5. Son egoístas y no muestran empatía
También es muy frecuente que los menores que han recibido este tipo de crianza tengan problemas para ponerse en el lugar del otro. Junto a esa falta de empatía, es bastante común que tengan comportamientos egoístas y se nieguen rotundamente a compartir sus pertenencias.
Consejos para reconducir a los niños consentidos
Consentir en exceso a los niños no suele partir de una decisión consciente de los padres. Por el contrario, la falta de herramientas educativas o la intención de compensar las carencias de su propia infancia, lleva a veces a los progenitores a caer en este error. Afortunadamente, durante las etapas más tempranas todavía es posible revertir este tipo de conducta y liberar a nuestros hijos e hijas del futuro poco prometedor que les espera.
1. Reflexionar acerca de nuestros actos
Antes de nada, deberíamos reflexionar acerca de nuestro propio comportamiento. Por ejemplo, por qué obsequiamos con regalos innecesarios a nuestros hijos o por qué nos cuesta tanto decirles que no. Una vez tengamos claro el origen de nuestros errores, será más sencillo rectificarlos.
2. Fomentar la autonomía de nuestros hijos
Impulsar la autonomía implica no hacer por ellos aquello que ya son capaces de afrontar por sí mismos. En cuanto a lo que estén cerca de controlar, debemos guiarles y animarlos a conseguirlo, así como enseñarles y practicar con ellos desafíos para los que aún no estén preparados.
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3. Establecer límites coherentes
Para revertir las conductas de los niños consentidos, es imprescindible establecer límites claros y coherentes. Por muy agotador que resulte soportar sus quejas, es conveniente validar sus sentimientos sin ceder en nuestra postura inicial.
4. Asignarles responsabilidades
Cuando están acostumbrados a que atendamos todas sus peticiones, no es sencillo conseguir que cumplan con los nuevos cometidos asignados. Para facilitar la tarea, podemos condicionar esas tareas a determinados privilegios que, de lo contrario, serán retirados.
5. Olvidarnos de los premios materiales
Lo que debemos empezar a descartar son las recompensas materiales, sobre todo si estas se encuentran sujetas a la asunción de obligaciones básicas.
6. No caer en la sobreprotección
Cuando nuestros hijos cometan errores o experimenten contratiempos, es conveniente que aprendan a solventarlos por sí mismos. Si intervenimos a la primera de cambio y les aportamos una solución, solo estaremos contribuyendo a que, a la larga, se conviertan en individuos dependientes.
7. Asumir el descontento de los niños
Es inevitable que, en ocasiones, los niños se sientan decepcionados o se enfaden con nosotros. En esos casos, haríamos bien en escucharlos e intentar comprenderlos, pero no en ceder sin más a sus demandas.
8. Reforzar valores positivos
También sería buena idea establecer acciones que corrijan el comportamiento narcisista tan frecuente en estos casos. Inculcar valores como el respeto, la solidaridad y la empatía puede ser un buen punto de partida para lograrlo.
9. No avergonzar a nuestros hijos
Por muy mala que sea su conducta, no conseguiremos nada avergonzándolos. En cambio, sería mucho más productivo explicarles por qué han actuado mal, escuchar su punto de vista y exponerles serenamente las consecuencias a las que deberán enfrentarse.
10. Ayudarles a comprender sus fallos
Aunque en ocasiones puede que no lo entiendan a la primera, resulta esencial que los niños comprendan por qué se han equivocado. Solo así podrán evitar esos errores y comportarse de forma más apropiada en lo sucesivo.
