Recomendaciones para una buena comunicación
- Es importante establecer una comunicación abierta desde el principio y durante todo el proceso. Es mejor ir informando progresivamente ya que, explicar todo de golpe puede ser demasiado impactante. Así también se les da tiempo a comprender e integrar toda la información y los cambios que se vayan produciendo.
- Las noticias importantes deben darlas los progenitores, siempre y cuando se sientan capaces de controlar su propia angustia. No pasa nada por llorar delante de los hijos, al contrario, es una manera de compartir las emociones y mostrarse como modelos de expresión emocional. Pero sí es aconsejable evitar mostrar excesiva angustia, desbordamiento o afectación, porque se podrían asustar.
- Informar con calma y tiempo, sin prisas y en un lugar tranquilo y familiar para el menor.
- Tratar de contestar siempre a sus cuestiones. Cuando los más pequeños preguntan lo hacen por interés, para aprender. Responder a lo que necesitan saber es la mejor manera de saber hasta qué detalles de la situación es necesario contarles.
- Responder con sinceridad y, si no tenemos respuesta, explicar al menor que no lo sabemos.
- Preguntar si tienen dudas y si quieren hablar del tema.
- Hay que tener en cuenta que cada persona, por pocos años que tenga, es diferente y tiene inquietudes distintas. Por ello, la comunicación siempre se adaptará a sus necesidades y será adecuada a su edad, capacidad y nivel de comprensión.
- Mantener una escucha atenta para entender qué quieren saber, sin adelantar información en exceso ni forzarlos si no están preparados.
- Ofrecer información clara, sencilla y concreta a niños de corta edad y más detallada a los de edad más avanzada y a adolescentes.
- Encontrar nuestra manera de comunicarnos, con naturalidad y con nuestras palabras.
- No mentir nunca para establecer una relación de confianza. No es necesario dar detalles si el menor no los pide.
- Respetar el ritmo de cada niño, dar tiempo e ir hablando cuando estén preparados y receptivos.
- Permitir que expresen cómo se sienten y aceptar sus reacciones, sean de tristeza, enfado o rabia, cada niño o adolescente actúa según sus propias capacidades y maneras de afrontar la adversidad. Los adultos debemos acompañarlos y comprenderlos.
- Ayudarlos a poner palabras a lo que sienten. Sobre todo con los más pequeños, que todavía no tienen recursos para identificar sus emociones.
Recomendaciones de apoyo
- Para facilitar la adaptación, se les puede ofrecer la oportunidad de visitar al familiar si está ingresado o de acompañarle a casa o incluso al hospital de día para que vea dónde recibe los tratamientos. Pero nunca forzar ni obligar a visitar o acudir al hospital si el menor no quiere. Si no desea ir, se le puede dar la opción de hacerles un dibujo, una carta o un vídeo para entregárselo al familiar enfermo de su parte.
- Si el ser querido está en el domicilio, es positivo permitir que el menor participe en los cuidados y rutinas diarias. Por ejemplo, si la persona enferma necesita descansar, se puede recurrir a los hijos para que le acerquen algo que necesite o le hagan compañía. De esta manera hacemos que se sientan útiles y valorados.
- Mantener las normas y límites de casa. Los niños siguen necesitando unas pautas que les contengan.
- Intentar mantener la normalidad dentro de lo posible, favoreciendo que siga sus rutinas y sus actividades diarias.
- Por último, siempre que se necesite orientación o apoyo se puede solicitar atención psicológica. Es importante buscar soporte profesional en caso de dificultades de adaptación, ya sea porque el menor esté excesivamente triste, ansioso, presente problemas para dormir o para mantener el rendimiento escolar o cualquier otro síntoma que nos parezca preocupante, bien por su intensidad o por su duración en el tiempo.
Eugenia Bustelo Almeida Psicooncóloga de niños y adolescentes de la AECC en Barcelona
