El Trastorno de Estrés Postraumático en niños y
adolescentes se produce, del mismo modo que en los adultos,
como respuesta ante un fuerte impacto emocional por un acontecimiento significativo de índole dolorosa, intrusiva, desagradable y que causa una gran impresión. Pero los menores son más vulnerables y, aunque a veces parezca que asimilan asombrosamente bien las situaciones difíciles, pueden dejar una huella indeleble en ellos si no se les presta apoyo.
¿En qué consiste exactamente?
Cuando se desarrolla un
Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), en inglés Post-Traumatic Stress Disorder (PTSD), es porque la persona ha estado expuesta a un suceso que involucra la amenaza real o posible de
muerte, violencia o lesiones graves. Por ejemplo, un ataque de un animal, un accidente o un desastre natural. Esta exposición puede ser de varias clases:
- Directa.
- Como testigo.
- Cuando aquel que sufre el hecho traumático es alguien cercano (un familiar o un amigo).
- Reiterada: cuando se viven repetidamente situaciones de esta índole.
Cuáles son las consecuencias
El niño o adolescente revive el suceso y
se siente paralizado a nivel emocional, con
una inmensa tensión y una gran angustia. Algunos de los síntomas más comunes son:
- Tener imágenes mentales recurrentes del suceso.
- Volver a sentir el sufrimiento que vivió.
- Estar en estado de alerta.
- Padecer crisis nerviosas.
- Trastornos del sueño y pesadillas.
- Cambios en su modo de relacionarse con los demás.
El trastorno podría durar bastante tiempo si no se realiza una adecuada intervención. Por eso, resulta fundamental que disponga de
la atención de un equipo médico y psicológico que pueda apoyarle y trabaje en su recuperación.
¿Cómo se trata el TEPT?
En estos casos
se interviene principalmente con psicoterapia. No obstante, en ocasiones se combina con un tratamiento farmacológico pautado por un psiquiatra experto en la materia.
En cuanto al modo de abordar el problema en consulta, dependerá del enfoque del psicólogo. Es decir, no es lo mismo una terapia basada en técnicas de tercera generación, como el
Mindfulness, que una cognitivo-conductual.
Las técnicas más empleadas son:
1. Terapia cognitiva
El objetivo es modificar patrones de pensamiento en el paciente con el fin de cambiar la conducta, para lo que se le proporcionan las herramientas necesarias.
2. Terapia de exposición
Consiste en enfrentar al paciente a la situación que le asusta o le angustia.
3. Desensibilización y reprocesamiento del movimiento ocular
Aquí se combinan la terapia de exposición con una serie de movimientos oculares guiados para ayudar a procesar los recuerdos traumáticos y el modo de reaccionar ante ellos.
Respecto a la medicación, los fármacos con mayor prevalencia son los ansiolíticos.
¿Cómo afecta al cerebro de los niños?
Experimentar un hecho impactante en la infancia o la adolescencia a menudo desencadena un TEPT, lo que
puede producir cambios a nivel cerebral y afectar al posible desarrollo de una psicopatología posterior.
Este trastorno modifica estructuras cerebrales e influye negativamente en el desarrollo y en aspectos tales como
el procesamiento de información, la atención, la memoria o el sistema dopaminérgico (las rutas por las que las neuronas transmiten la dopamina de una región a otra de nuestro cerebro). Además, se produce una mala regulación y función de los circuitos neuronales que respaldan el procesamiento de amenazas y la regulación de las emociones.
Un problema de largo alcance
Los estudios científicos sugieren que los jóvenes con TEPT tienen
un desarrollo fronto-límbico anormal en comparación con los que no lo padecen. También se ha observado
una disminución del volumen del hipocampo, responsable principalmente de la memoria.
Aumenta la reactividad de la amígdala, encargada de activar nuestro estado de alerta, y disminuye el acoplamiento amígdala-prefrontal, lo que ocasiona una autorregulación emocional deficitaria.
La forma de pensar que se esconde tras el TEPT
Los procesos cognitivos, es decir,
nuestras creencias y pensamientos, juegan un papel indispensable en la aparición y en el mantenimiento posterior del TEPT. Aquellos que lo sufren suelen mostrar
esquemas mentales nocivos, como sentimientos de culpa, vergüenza o tendencia a rumiar las mismas ideas una y otra vez. Estas respuestas emocionales pueden desembocar en autolesiones o en relaciones tóxicas.
El apoyo psicológico y familiar, imprescindible
Desde el punto de vista profesional, resulta necesario ocuparse de los posibles factores de riesgo y hacer frente a la falta de
resiliencia, porque
cuando el niño recibe tratamiento disminuye su probabilidad de desarrollar una psicopatología.
Por otra parte, la familia juega un papel fundamental.
Apoyo, amor y paciencia. Tres palabras que expresan tres acciones indispensables en el contexto familiar tras un cuadro de TEPT. La red social y la familiar son de gran ayuda.
Para terminar, debemos resaltar
la importancia de la detección precoz del problema. Porque una de las circunstancias desfavorables que se producen en las consultas de los psicólogos con bastante frecuencia es precisamente la falta de diagnóstico en el momento en el que aparece el trastorno.
Este hecho implica que esos niños que padecieron un cuadro de estrés postraumático se conviertan en adultos con problemas significativos sin ningún tipo de tratamiento o intervención. De este modo, no solo se ve afectada negativamente su calidad de vida, sino también la de su entorno.
Prueba
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