Ya se trate de una necesidad o de la simple decisión de los padres,
el hecho de que los hermanos duerman juntos puede entrañar tanto pros como contras. Como muchos otros
acontecimientos relacionados con la crianza, no se puede considerar malo o bueno, sino que su conveniencia vendrá más determinada por la manera en que los adultos gestionemos la situación. Eso sí, pese a los posibles inconvenientes,
el hecho de convivir en la misma habitación es, en conjunto, ventajoso para los niños, gracias a las valiosas enseñanzas aplicables a su vida adulta que pueden extraer de la experiencia.
Cuando, por ejemplo, los ciclos de sueño de los cohabitantes son diferentes, el descanso de cada uno de ellos se verá comprometido y probablemente se generarán conflictos. Una situación a la que también pueden llevar los problemas para compartir el mismo espacio o las pertenencias de ambos. Tales supuestos son, no obstante,
evitables si se establecen unas reglas claras de obligado cumplimiento por las dos partes.
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Aunque puedan surgir conflictos a veces, dormir con los hermanos es beneficioso | Fuente: Pixabay[/caption]
Así pues, una vez minimizada la posible irrupción de roces causados por la convivencia, dormir juntos con los hermanos puede proporcionar una serie de
ventajas derivadas de la colaboración y comprensión mutua como:
1. El aumento de la seguridad
Los niños, sobre todo a cortas edades, suelen experimentar diversos miedos, especialmente a la hora de irse a la cama. En primera instancia,
una compañía cercana puede suponer un gran consuelo y mitigar de inmediato los temores. Pero también les puede ayudar a ganar seguridad, más a larga, la comunicación entre ambos, la puesta en común de sus sentimientos y el intercambio de pareceres.
2. La tolerancia y el respeto mutuos
Ser conscientes de la voluntad, las necesidades y los gustos del otro, respetar ambos aspectos y colaborar para que se cumplan son actitudes que contribuyen a la creación de un
ambiente dominado por la tolerancia y el respeto.
Un buen punto de partida para la consolidación de una relación de cuidado mutuo que perdure durante el resto de las vidas de los hermanos.
3. El refuerzo de las rutinas comunes
Existe más predisposición a la hora de cumplir con todas las rutinas diarias cuando, en lugar de hacerlo solos, nuestros hijos las afrontan en compañía. Incluso momentos críticos como irse a la cama pueden convertirse en experiencias agradables y divertidas, algo capaz de contribuir a la tranquilidad y el descanso de todos los miembros de la familia. Normalmente, uno de los niños se muestra más proclive a la realización de cada tarea, con lo que tiende a empujar al otro a la acción.
4. La adquisición de más autonomía
La colaboración y el consuelo mutuos a los que nos hemos referido estimula la autonomía de los menores en lo que se refiere a sus responsabilidades. Pese a apoyarse el uno al otro, lejos de convertirse en individuos dependientes,
aprenderán a trabajar en equipo y a no estar sujetos, en todo momento, a la ayuda de los adultos. Además, al dormir juntos con los hermanos sentirán el compromiso de mantener ese espacio vital ordenado, minimizando así las molestias ocasionadas a la otra parte.
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Dormir con los hermanos se traduce en una mayor autonomía de ambos | Fuente: Pixabay[/caption]
5. La útil lección de convivencia que implica
Compartir día a día las pertenencias y velar por el bienestar del otro se traduce en una
existencia en la que la solidaridad y la generosidad están siempre presentes y se terminan interiorizando como algo de lo más normal. Una cooperación tremendamente útil, por otro lado, para aprender a resolver los posibles e inevitables roces que surgirán tarde o temprano.
6. Los vínculos generados con el tiempo
A causa de las anteriores ventajas,
la convivencia prolongada entre los hermanos generará, a largo plazo, fuertes vínculos entre ellos. Cuando sean mayores dispondrán de incontables vivencias comunes fruto de tanto tiempo compartido. Un fenómeno que, de haber crecido en cuartos separados, no alcanzaría probablemente la misma intensidad por muy estrechos que fueran los lazos generados durante la crianza.
Prueba
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