Métodos más eficaces
Se ha demostrado que, con el acompañamiento, la empatía, la comprensión y el refuerzo positivo se consiguen mejores objetivos en las modificaciones de conducta de los pequeños, sobre todo en aquellos más emocionales y disruptivos.1. Elogiar su buena actuación con pegatinas y sellos
En ese sentido, en Educación Infantil intentamos potenciar los logros de los niños con pegatinas o sellos. Por ejemplo, en el momento de dejar el pañal, vamos premiándoles cuando hacen pipí en el W.C., poniéndoles una carita feliz en su mano. Y, cuando no lo consiguen o hay escapes, intentamos ignorarlo. De esta forma asocian que, cuando alcanzan su logro, viene una consecuencia favorable, pero saben que si no lo consiguen pueden intentarlo de nuevo la siguiente vez. Consideramos que esta forma de trabajar afianza la autoestima de los alumnos. En estas edades siempre decimos que todo está en proceso y, si hay algo que hacen que no es lo esperado, es porque lo están intentando, no porque lo hayan hecho mal.2. Fomentar la empatía ante los malos comportamientos con otros niños
Otro ejemplo con conductas típicas a esta edad es cuando pegan o muerden a algún compañero. Ponemos mucho hincapié no solo en indicar que eso no se hace, sino en dar la alterativa correcta. Les enseñamos a pedir perdón y a intentar hacer algo bueno por el niño al que han hecho daño. También introducimos el elemento emocional: les explicamos cómo se siente el amigo al que han hecho daño. Y entre los 2 y los 3 años, también incluimos el factor de la empatía, haciéndoles ponerse en su lugar.3. La comida, un aprendizaje necesario desde la calma
Otra situación en que aplicamos la disciplina positiva en el aula es a la hora de las comidas. Si alguno no quiere comer o le cuesta más de lo habitual, le damos su tiempo e intentamos reforzar cada pequeño progreso que hace. No obligamos a los niños a comer todo lo que tienen en el plato si no quieren, pero, les decimos que, al menos, tienen que probarlo. Comerán poco de lo que menos les guste, que es, básicamente, lo que hacen los adultos. Eso sí, deben saber que hay que probar todo. Además, proponemos un tiempo para terminar, tras el cual, se retira el plato. Así, entienden que cada cosa tiene su momento y, la siguiente vez, comerán a la hora estipulada para ello.Normas sí, gritos no
Este método pedagógico no deja la firmeza a un lado, pero se trata de aplicarla desde otra perspectiva, desde un punto de vista menos ‘agresivo’. Sin gritos ni malas maneras. Pero, ¿cómo lograr que los niños obedezcan sin llegar al punto de gritarles? En este sentido, los límites y normas juegan un papel crucial. Es fundamental que el alumno sepa cuáles son las reglas y qué consecuencias habrá en caso de no cumplirlas. Por ello resulta indispensable establecerlas previamente, explicándolas de forma clara, incluso visualmente, para que ellos lo comprendan. Por ejemplo, se puede poner en el aula un mural grande en el que, mediante dibujos, se especifique qué se espera de ellos. Así, sabrán cada día lo que tienen que hacer. Cuando van siendo más mayores, se pueden consensuar entre todos las ‘normas de la clase’, así se sentirán importantes.Y siempre, ser un buen modelo
Por último, la forma más fácil de trasmitir la disciplina positiva en el aula, y en la vida en general, es mediante el ejemplo. Los educadores somos espejos en los que los alumnos se miran todos los días. Tener una actitud de optimismo, entusiasta, usar un lenguaje positivo, hablando de forma serena, sin gritos, desde el respeto, es la mejor forma de que nuestros niños interioricen una actitud en la vida inclinada a ver el lado favorable de las cosas. En un mundo en el que se aplicara este método pedagógico en los centros educativos desde edades tempranas, se vería poco a poco cómo la sociedad sería más respetuosa. Estaría formada por personas con mayor tolerancia a la frustración y más amables con los demás y consigo mismas.Ángela Casas Diez Psicóloga y directora de la Escuela Nemomarlin Las Tablas Centro de Educación Infantil Privado asociado a ACADE
