En una sociedad acelerada en la que se rinde culto, voluntaria o involuntariamente, al lema de “hay que
aprovechar el tiempo”,
el descanso se ha vuelto un privilegio que no todas las personas pueden permitirse o se permiten.
El trabajo, los estudios, las obligaciones familiares, los compromisos sociales y el constante bombardeo de información que recibimos de los medios de comunicación hacen que estemos
sometidos a una continua sobrecarga que deriva en un completo desgaste físico y psicológico.
Generalmente, si nos encontramos ante esta situación, pensaríamos que lo que nos hace falta para recargar nuestra energía es un buen descanso nocturno, es decir,
dormir bien por las noches. Y esto es cierto, aunque, lamentablemente, no es suficiente, ya que el descanso diario va mucho más allá del sueño.
Una necesidad básica
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El buen descanso nocturno, fundamental para rendir bien durante el día | Fuente: Canva[/caption]
El descanso, tanto físico como mental, es una necesidad primaria como alimentarse o hidratarse. Y, aunque nuestro cuerpo y nuestro cerebro están diseñados para alternar entre periodos de actividad y reposo, a lo largo del día usamos mucha energía en actividades que,
si no se compensan con algunas pausas, generan desgaste.
Este reposo resulta clave no solo para recuperar energía, sino también porque contribuye a procesos esenciales como
la regeneración celular, la consolidación de la memoria y el equilibrio emocional. Por lo tanto, sin una ‘tregua’ adecuada, también durante el día, nuestra salud física y mental se verá significativamente afectada.
Las distintas maneras de hacer una pausa en nuestra tarea diaria
El descanso activo
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Escuchar música un rato o dar un paseo son dos buenas opciones | Fuente: Canva[/caption]
Cuando hablamos de descanso, solemos asociarlo únicamente con dormir. No obstante, tiene muchas formas. Una de ellas es el descanso activo, que nos permite recargar energía sin tener que pausarnos. Actividades sencillas como
caminar, hacer respiración consciente o escuchar música pueden ser de gran ayuda para desconectar sin perder el ritmo.
Esta forma de detener nuestra labor es especialmente útil
durante la jornada laboral o académica, o en momentos de alta presión mental. Pequeñas
pausas de 5 a 10 minutos cada hora mejoran la concentración y la productividad, y ayudan a reducir el estrés y a continuar las tareas con la mente más despejada y enfocada.
El descanso emocional
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Date un respiro practicando meditación o alguna técnica de relajación | Fuente: Canva[/caption]
Entre los distintos tipos de descanso, uno de los más olvidados es el emocional. En un mundo lleno de estímulos constantes, debido a nuestras interacciones, problemas personales y expectativas sociales, vamos sintiendo emociones muy dispersas a lo largo del día. Muchas de ellas
no las gestionamos de forma adecuada al instante, por ello, necesitamos
momentos de calma para procesar lo que sentimos, sin la urgencia de reaccionar como sea.
Esta pausa en nuestro interior puede lograrse con
meditación, escritura creativa o simplemente estando en silencio. Al tomar distancia de nuestras emociones, las gestionamos mejor y evitamos el agotamiento y las conductas dañinas. Además, esta pausa emocional nos permite ser más empáticos, tanto con los demás como con nosotros mismos.
El descanso cognitivo
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Desconecta de las pantallas con alguna actividad manual o dando un paseo | Fuente: Canva[/caption]
En la era digital en la que vivimos,
esta forma de reposo es más importante que nunca. Pasamos horas frente a
las pantallas, entre redes sociales, atendiendo correos y recibiendo una avalancha de información que sobrecarga nuestro cerebro, causándonos fatiga mental y problemas de concentración y memoria.
El descanso cognitivo
consiste en desconectar de la tecnología y de las tareas complejas para darle un respiro a nuestra mente. Actividades como practicar la desconexión digital o hacer tareas simples, como
manualidades o pasear a solas o en compañía, ayudan a lograrlo.
De este modo, no solo
mejora el rendimiento intelectual a largo plazo, sino que se potencia
la creatividad al permitir que el cerebro se relaje y genere nuevas ideas.
Consecuencias de la falta de descanso
Ya sea por dormir poco, no hacer pausas o no
gestionar bien nuestras emociones, puede afectar gravemente a nuestra salud. Físicamente,
debilita el sistema inmunitario, aumenta el riesgo padecer de problemas cardíacos y provoca dolores musculares. Psicológicamente, puede generar
estrés, ansiedad e irritabilidad, e incluso llevarnos a la depresión.
Además, el cansancio disminuye nuestra capacidad para tomar decisiones, resolver problemas y procesar emociones, y afecta tanto a nuestras relaciones como al rendimiento académico y laboral. A largo plazo, el agotamiento constante puede derivar en
burnout, un estado de desmotivación y desgaste que se ha vuelto muy común en la sociedad actual.
Estrategias para incorporar el descanso diario en nuestra rutina
Como hemos visto, resulta esencial para nuestro bienestar, y es fundamental integrarlo conscientemente en nuestra rutina diaria. No se trata solo de dormir 7 u 8 horas por la noche, sino de
distribuir momentos de pausa a lo largo del día para permitir que cuerpo y mente se recuperen del desgaste cotidiano.
Aquí hay algunas estrategias para fomentarlo:
- Establecer una rutina de sueño, ya que ayuda a regular el reloj biológico.
- Hacer pausas de las pantallas, especialmente antes de dormir, para reducir la sobrecarga cognitiva.
- Realizar pausas activas durante la jornada y así revitalizarnos.
- Dedicar tiempo a actividades que nos relajen y ayuden a procesar emociones sin presiones.
En resumen, el descanso diario
no es un lujo, sino una necesidad básica que debemos cultivar para mantener un equilibrio saludable en nuestras vidas.
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