¿Conocemos realmente cómo funcionan las emociones de los niños? La psicóloga y pedagoga
Nuria Llorente Sáez nos habla de su naturaleza, sus clases y de la importancia de saber reconocerlas para guiar a nuestros hijos en la labor de
aprender a gestionarlas adecuadamente.
Todos sabemos, y las investigaciones nos lo confirman, que
el corazón tiene una especial relevancia frente a la cabeza cuando nos enfrentamos a situaciones especialmente importantes. Las emociones son las que nos permiten afrontar experiencias demasiado difíciles, como la pérdida de un familiar o la relación complicada con nuestro jefe, que no se pueden resolver exclusivamente con el intelecto.
Asimismo, sabemos por propia experiencia que nuestras decisiones y nuestras acciones dependen tanto de nuestros sentimientos como de nuestros pensamientos, incluso a veces dependen más de los primeros. En la infancia, ocurre lo mismo, en ocasiones los niños se ven arrastrados por la sensibilidad y pueden encontrarse en una situación desbordada que no saben cómo manejar.
Tipos de emociones de los niños
Las emociones
son impulsos que nos llevan a actuar. Son la expresión de una reacción automática. Si traducimos la palabra de donde procede, del latín, su significado es “movimiento hacia”, es decir, en cada una de ellas hay implícita una tendencia a actuar. Pero no todas nos predisponen a la misma acción. Cada una de ellas influye en el cuerpo con un tipo diferente de respuesta:
1. La ira
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Los niños pequeños suelen mostrar su enfado llorando | Fuente: Canva[/caption]
Una de las emociones de los niños
más básicas. Aumenta el ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo en los miembros superiores, haciendo que sea más fácil golpear a un enemigo. También sube la tasa de hormonas, concretamente la adrenalina, que genera la cantidad de energía necesaria para llevar a cabo acciones que requieran de fuerza física extra.
2. El miedo
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El miedo impulsa la huida o nos paraliza. A los niños, también | Fuente: Canva[/caption]
La sangre disminuye en la cara, lo que explica ese color pálido y esa sensación de frío que se tiene en una situación que nos produce temor.
La circulación sanguínea fluye hacia las piernas, lo que favorece la huida. En ocasiones, por el contrario, la circunstancia provoca la paralización del sistema nervioso por el bloqueo.
3. El amor
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Las demostraciones de cariño generan mucha satisfacción | Fuente: Canva[/caption]
La ternura y las demostraciones de afecto, así como el placer sexual, activan el sistema nervioso parasimpático y provocan
un estado de calma y satisfacción que favorece la convivencia.
4. La tristeza
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La tristeza, aunque nada agradable, es una emoción necesaria | Fuente: Canva[/caption]
Nos ayuda a asimilar una pérdida irreparable. Con ella notamos una disminución de la energía y del entusiasmo por las actividades diarias, especialmente las que disfrutamos, y, cuanto más se profundiza en ella y se acerca a la depresión, más se desacelera el metabolismo corporal. Esta
es la manera en la que el cuerpo nos 'invita' a estar con nosotros mismos, a llorar, a sopesar las posibles consecuencias y planificar, cuando la fuerza vuelve, un nuevo comienzo. Otra de las emociones de los niños más básicas.
La importancia de las emociones
Estas predisposiciones a la acción son biológicas, pero posteriormente las modelamos a través de
nuestras experiencias y por influencia del
entorno sociocultural en el que nos ha tocado vivir.
La pérdida de un ser querido, por ejemplo, provoca universalmente tristeza, pero la forma en que manifestamos esa aflicción (el tipo de emociones que expresamos y las que guardamos para nuestra intimidad) la moldea nuestra cultura.
Es ahí donde los padres aparecemos y tenemos el importante papel de guiar a nuestros hijos en este tipo de experiencias.
Las emociones de los niños son importantes para el ejercicio de la razón.
Guían las decisiones a diario, trabajan conjuntamente con nuestra parte más racional y a veces ayudan a que el pensamiento funcione; otras, en cambio, impiden que lo haga. Y, a la vez,
la razón desempeña un papel fundamental en nuestros sentimientos, pues contribuye a identificarlos, analizarlos y a mantenerlos ‘a raya’ en la intensidad adecuada en distintas situaciones.
Razón y corazón, trabajando codo con codo
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Debemos guiar a nuestros hijos para que corazón y razón trabajen juntas | Fuente: Canva[/caption]
Por tanto,
tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la racional y la emocional, y nuestro funcionamiento en la vida está determinado por ambas.
En estos últimos años, por fin, se le está dando a la
inteligencia emocional el sitio que merece, porque, como hemos visto, es fundamental desarrollar “la habilidad para controlar los sentimientos de uno mismo y de otros, discriminar entre ellos y usar esta información para guiar las acciones y el pensamiento de uno” (Peter Salovey y John D. Mayer, 1990).
El objetivo de todo trabajo de educación de las emociones de los niños es
que la cabeza llegue a trabajar codo con codo con el corazón. Los padres tenemos que apostar por ello.
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo” Aristóteles,
Ética a Nicómaco.