Cómo hablar del asunto según la edad del niño con cáncer
Cuando un niño o adolescente está enfermo su rutina cambia por completo. El cáncer aparece en un momento en el que la escuela es un medio para fomentar su sociabilización y desarrollo. Será la edad que tenga el menor diagnosticado la que determine cómo intervenir con el centro educativo, teniendo en cuenta que debemos adaptarnos a la etapa evolutiva en que el alumno se encuentra:Etapa Infantil (hasta los 5 años)
Los infantes no terminan de entender completamente la enfermedad. El menor no es consciente de lo que implica el diagnóstico en su salud, pero sí de los cambios y alteraciones que vienen con él. Por ello, es frecuente que les preocupe el dolor físico, la separación con sus padres o la soledad. Es fundamental trasmitirles que la enfermedad no es contagiosa y que ni ellos ni nadie del entorno ha hecho nada malo para que esto ocurra, remarcando que no es un castigo.Etapa Primaria (entre los 6 y 11 años)
Los niños tienen mayor comprensión de lo que es una enfermedad y saben de la gravedad de esta. Son capaces de relacionar la causa-efecto de los tratamientos y síntomas. Pueden sentir ansiedad, miedo, enfado o tristeza y desarrollar conductas regresivas. También es posible que formulen preguntas vitales, reflexiones que en ocasiones descolocan a los adultos y que es importante saber responder sin mentir.Etapa Secundaria y Bachillerato (a partir de los 11 años)
Desde la preadolescencia los menores entienden el diagnóstico y el tratamiento. En este momento evolutivo el impacto en la persona es importante, ya que se ven amenazadas áreas como su físico, su entorno (amistades, especialmente) o su autonomía.
Pautas generales para el profesorado y el centro
- Independientemente de la edad, una de las necesidades principales que surgen tras recibir el diagnóstico es la de sentir normalidad y que el entorno y los hábitos se mantienen en la medida de lo posible. Así pues, tenemos que garantizar un clima acogedor y tolerante y acompañar al menor, haciendo hincapié en todo lo que puede hacer pese a estar pasando por una enfermedad.
- Es posible que el rendimiento escolar se altere, al igual que la relación con los compañeros. En consecuencia, debemos estar atentos a cómo los niños con cáncer están viviendo el proceso y tener en cuenta su voluntad de cara a lo que necesiten de sus profesores y de los otros estudiantes.
- Por ello también hay que fomentar las relaciones entre el menor enfermo y sus compañeros, de la misma manera que con el centro, para que el pequeño no se sienta “descolgado”.
- El miedo y las dudas no deben paralizar al personal educativo. Resultará de ayuda investigar sobre el cáncer y estar en contacto con la familia, respetando en todo momento cómo los padres y el niño desean manejar la situación.
- A su vez es necesario conocer la situación del estudiante: qué sabe, qué tratamiento va a recibir y de qué manera puede repercutir la terapia en la asistencia a clase y en el rendimiento académico.
- No hay que olvidarse de los hermanos sanos, ya que suelen estar muy conmovidos y a veces llegan a sentirse en un segundo plano. Su rutina también se ha podido ver alterada y posiblemente estén más distraídos o preocupados. Quizá busquen llamar la atención, entre otras conductas. Ofrecer apoyo a los hermanos que acudan al centro es vital, además de averiguar qué información la familia quiere que sus compañeros tengan.
- Si, por circunstancias médicas, se pone a disposición del menor un apoyo escolar en casa o en el hospital, es fundamental mantener contacto con los otros docentes.
- A veces no sabremos cómo responder o qué decir. En estos casos es preferible un gesto de cercanía y contacto físico, evitando el uso de frases hechas como “Hay que ser fuertes” o “Verás cómo todo va a ir bien”.
María Mata Psicooncóloga de la AECC
