El arte de la reinvención
Con naturalidad, fluye tanto que hasta “parece que flote”, exclama Alan de Pablo, de 10 años, de Barcelona. “No se mueve corriendo, sino dando saltos”, prosigue. Su objetivo es “siempre el mismo: sentirme a gusto y no presionado”. Con esa libertad, deja espacio para el riesgo, la improvisación y la reinvención; sus movimientos preferidos. Jugar sobreseguro y acorralar al contrincante en su debilidad o arriesgar. Él confía y se reinventa en cada jugada. Una inconsciencia o locura para muchos, pero sus golpes imprevisibles despiertan admiración y te atrapan.Siempre agradecido
Humildad para reconocer que, hasta en una actividad individual, como es el tenis, el contar con una red de apoyo y de colaboración es básico. Él incluso lo agradece: “No sé cómo expresar el agradecimiento a la gente. Sin su apoyo no hubiera ganado la final”. Hasta los más grandes necesitan aliento. Aunque en último término eres tú el que actúa y la capacidad de automotivación marca la diferencia.Un imán que irradia felicidad
Honesto y fiel a sí mismo no sucumbe a las expectativas de los demás. Ni en la pista ni fuera de ella. Ante la pregunta de quién le inspiraba de pequeño, aunque por las constantes comparaciones lo esperado hubiese sido mencionar a Nadal, él, con franqueza, se decantó por Federer. Leal a sí mismo, afirma no querer ser “el relevo de nadie sino construir mi propia historia”. Y es que todos debemos aspirar a convertirnos en la versión más auténtica de nosotros mismos. “Quiero ser quien soy y transmitir felicidad al tenis", asegura. Si las emociones contagian, su seguridad y vitalidad arrasan. La sorpresa ilumina su mirada. Su dinamismo es puro magnetismo. Carlitos, con su alegría y su pasión, auténtica y espontánea, te cautiva. No hay imán más potente que el que está conectado con uno mismo y con la vida. Su energía, pura vitamina, mueve almas y no sólo masas.Honesto ante sus fallos, que son aprendizaje
Desde la humildad y la honestidad, no esconde su vulnerabilidad. “Cualquier jugador te puede ganar”, se sincera. “Salí a la pista nervioso”, confiesa. Todos sentimos miedo o nervios. Lo importante, como me indicó su entrenador, Juan Carlos Ferrero, es aprender a gestionarlos. Cuando dijo “no sabía qué hacer, me bloqueé”, verbalizaba que él también pierde el control. Escucha de manera receptiva “las rectificaciones sugeridas” y las agradece “porque forman parte del trabajo”. Huye del perfeccionismo y apuesta por una cultura que convierte los errores en oportunidades de aprendizaje —y no en fracasos—. Autoconocerse y perseverar, claves para mejorar. “Conozco mis capacidades, mi juego (...) y eso me ha llevado a la victoria”, comenta.Actitud ganadora
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Vivir como un juego… limpio
Mentalidad ganadora pero no a toda costa. El cómo y el porqué importan. En la pista, el concepto de fair play —respeto para convivir— se prioriza. El fin último no es ganar. La motivación debe ir más allá: crecer, manteniéndose leal a uno mismo y divirtiéndose: “a mí me gusta vivir como un juego, disfrutando”, insiste Alcaraz. Por miedo a perder, dejamos de jugar: volvamos a jugar. ¿Cómo? Con sus cualidades, necesarias no sólo en la pista sino en la vida para superar retos; fluyendo en el proceso para conectar y disfrutar.
Prueba
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