TEA Tenerife Espacio de las Artes inaugura la exposición
Jardín salvaje, de Marina Núñez. La muestra, comisariada por Yolanda Peralta, se podrá visitar en este centro de arte contemporáneo hasta el 2 de junio, de martes a domingo de 10:00 a 20:00 horas.
Jardín Salvaje
El lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza y el modo en que se relaciona con esta resulta contradictorio y hasta cierto punto ambiguo. Desde la religión,
la naturaleza fue concebida como una obra de Dios y por tanto debía ser respetada. La titularidad y el dominio del mundo -y de la naturaleza- le correspondía a Dios, centro de todo el Universo.
Con posterioridad se producirá la
separación entre los humanos y los animales, y la naturaleza, sin el ser humano, fue entendida como algo sin valor, una propiedad y una posesión que podía ser explotada de forma ilimitada con el único fin de servir a los intereses de sus habitantes.
El ser humano se ha sentido insignificante en el Universo pero también ha creído ser el centro del mismo; se ha percibido en conexión con la naturaleza y ha querido conocerla para saber dónde situarse como especie, pero a su vez ha ansiado su dominio y control.
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Jardín Salvaje, de Marina Núñez | Fuente: TEA Tenerife Espacio de las Artes[/caption]
La exposición
Estas contradicciones, que parecen marcar la
relación de la humanidad con la naturaleza, son el punto de partida de la exposición Jardín salvaje de Marina Núñez, un título que es también una contradicción en sí misma: ¿es posible la existencia de un “jardín salvaje”? El jardín simboliza la naturaleza domesticada y aquello que denominamos “salvaje” no permite control ni dominación.
¿Realmente existe algún lugar en la Tierra que no haya sido tocado por el ser humano, en definitiva, no domesticado? La exposición parte, por tanto, de una
ficción, un deseo y un fracaso. La ficción que supone creer que todavía existen lugares en la naturaleza que podemos considerar salvajes porque no han sido alterados y modificados, una idea que nos atrae pero que, lejos de ser una realidad, se torna en una utopía.
El deseo del ser humano por controlar y dominar la naturaleza, la Tierra, la vida, el Universo, derivado de un primigenio afán de conocimiento que con el tiempo se convirtió en una obsesión: entender el mundo, primero desde la religión y más tarde a través de la ciencia, llevaría a la humanidad al autoconocimiento, pero la falta de empatía, la desconexión y la distancia hicieron posible la dominación.

Y por último, el
fracaso que deriva de los intentos de explotación, control y domesticación de la naturaleza y a su vez del choque entre las fuerzas naturales incontrolables y los avances tecnológicos imprevisibles, con efectos y consecuencias para el planeta pero también para sus habitantes: la colonización de paisajes, la transformación, alteración y modificación de ecosistemas unido a un irreversible proceso de destrucción de los mismos, pero también los experimentos fallidos que han escapado a nuestro control.