¿Cómo evoluciona el concepto de muerte en los niños según su edad?
Entre los 5 y 9 años
La muerte es concebida como una desaparición temporal y reversible. Los niños tienen la creencia de que es un viaje o una enfermedad. Pueden entenderla como un ser con existencia propia o identificarla con una persona muerta en concreto. Hasta los 7 u 8 años, los niños la entienden como algo que solo afecta a la gente mayor. A partir de esa edad, empiezan a ver la posibilidad de que sea algo que también les afecte a ellos, pero de manera remota.Entre los 9 y los 13 años
Aparece el concepto de muerte como irreversible y capaz de afectar a personas con las que no tienen un vínculo emocional, y luego a las próximas.A partir de los 12 años
En esta edad el adolescente, gracias al desarrollo del pensamiento lógico, entiende la muerte como el final de la vida, como un suceso biológico e irreversible.
Niños con tentativa de suicidio: ¿Cuáles son los factores comunes?
Existen factores comunes en el suicidio infantil:- Más miedo a su propia muerte o la de sus familiares que otros niños.
- Alto nivel de rechazo por la vida y atracción por la muerte.
- Bajo nivel de atracción por la vida.
- Cambios en su comprensión de este concepto, especialmente en situaciones que le generen ansiedad, pudiendo reaparecer la idea de proceso reversible.
¿Qué es lo que puede llevar a un niño a intentar quitarse la vida?
El suicidio depende de distintos factores individuales, familiares y sociales. La pérdida de algún progenitor, las carencias afectivas, las relaciones familiares conflictivas, la incapacidad para manejar el dolor emocional, la inadaptación social o el estrés escolar, son aspectos que pueden provocar en nuestro hijo un malestar emocional significativo. Puede ser una forma de pedirnos ayuda a los padres o de buscar solución a sus problemas. Es importante entender que el sufrimiento a menudo surge porque no se sienten queridos, lo cual les genera un profundo sentimiento de tristeza.
¿Qué podemos hacer los padres para intentar evitar esta situación?
- Hacer sentir a nuestros hijos que estamos ligados emocionalmente con ellos. Han de sentirse queridos e importantes dentro de la familia y para ello hemos de utilizar todas las estrategias que se nos ocurran: besos, abrazos, halagos o límites.
- Favorecer espacios de comunicación entre padres e hijos. Hemos de ponernos el piloto de la escucha activa, prestando atención a lo que nos cuentan, y no solo verbalmente.
- No subestimar su malestar emocional. En ocasiones tendemos al “no pasa nada”, “ya se te pasará”, “no llores”, intentando, con la mejor intención, que pase el mal rato que vive nuestro hijo. Esta actitud puede favorecer que el problema se estanque y no salga a la luz.
Nuria Llorente Sáez Psicóloga y pedagoga Unopsicologos.es
