"Últimamente no hago tanto deporte como me gustaría". "A ver, Celia, eso es en realidad porque no tienes fuerza de voluntad". Os suena esto, ¿verdad? Vale, empecemos por el principio. Tradicional y popularmente, este concepto hace referencia a la capacidad de perseguir nuestras metas no solo a corto, sino también a largo plazo, resistiendo las posibles tentaciones que se nos crucen por el camino. Por lo general, pensamos en personas que se sobreponen a la pereza de comenzar algo y de continuar haciéndolo. Es decir, con esto nos referimos a que tenemos algo dentro, que forma parte de nosotros, y que es la causa de que hagamos algo o no, como si fuera una característica con la que nacemos o de la que carecemos. Por consiguiente, si hacemos algo es solo gracias a la fuerza de voluntad y, si no lo hacemos, es porque no la tenemos. Probablemente, ahora estaréis pensando que esto no es del todo cierto, que el hecho de que hagáis o no alguna actividad no depende solo de si tenéis una fuerza dentro o no, ¿verdad? Estaréis considerando que esto no es tan sencillo como parecía al principio, ¿cierto?

¿Motivo o conducta?

Vamos a tratar de explicarlo. Si lo llevamos a la práctica, solemos hablar de la fuerza de voluntad como si fuera el motivo, cuando en realidad no lo es. Es la etiqueta o el nombre que recibe la conducta de hacer alguna actividad a pesar de que sea difícil, aburrida o que suponga mucho esfuerzo. Es decir, no es una causa, sino el nombre de un comportamiento, de una acción. ¿A que ahora no estáis tan de acuerdo con eso de tener o no fuerza de voluntad? Pues este es el significado de esa tan, lamentablemente, famosa frase. Esto se debe a que conocéis en mayor o menor medida vuestras circunstancias y sabéis que no todo es voluntad, sino que hay más factores que influyen en vuestras acciones. Volviendo al ejemplo del inicio, lo más seguro es que Celia, que quiere hacer más deporte, al escuchar este comentario, sienta culpa y frustración por no estar entrenando más, pero también puede que sienta miedo por creer que está decepcionando a otras personas o, incluso, a sí misma.

Factores que influyen

Con bastante probabilidad, lo que le ocurre a Celia no es que no haga deporte porque le dé pereza, sino porque hay una serie de variables que no se lo terminan de permitir (horarios y rutina entre estudios, trabajo y casa, estado de ánimo, inseguridades, normas sociales y/o familiares con respecto a qué deporte practicar o para qué, entre otros supuestos). Y esto no es únicamente por voluntad; para cada persona sería por una razón o por varias distintas. Por tanto, lo que a Celia le esté impidiendo hacer deporte le provocará unas emociones que serían diferentes si entrenara, porque igual estarían cambiando sus motivaciones para hacerlo.

Tomando conciencia del daño que hace esa frase

De este modo, el problema de decir “no tienes fuerza de voluntad” es que no nos damos cuenta del daño que hace en los demás. Porque es posible que, para nosotros, desde nuestra perspectiva individual, realizar esa actividad o tener una determinada conducta resulte fácil. Pero eso solo demuestra que no estamos empatizando con esas otras personas como para percatarnos de que no es que no se estén esforzando, sino que igual no pueden, y no por incapacidad, sino porque hay otras razones contextuales que les impiden llevarla a cabo.

Estrategias que sí se entrenan

Lo que sí existen son habilidades y estrategias para hacer frente a ese esfuerzo del inicio y de continuidad en la realización de una actividad. Para ello, hay que tener en cuenta que las habilidades se van entrenando hasta convertirlas en hábitos, así como el objetivo con que se vaya a ejecutar dicha conducta. Todo esto sin olvidarnos de que es muy posible que siga habiendo ciertos contextos que no permitan su desarrollo, y que las expectativas y normas socioculturales, así como la presión del grupo, pueden influir significativamente en nuestras decisiones y acciones. En conclusión, la frase "es que no tienes fuerza de voluntad" no solo es imprecisa, sino que también carece de la profundidad necesaria para comprender los desafíos a los que se enfrenta una persona que pretende realizar una actividad. La fuerza de voluntad involucra no solo factores biológicos, sino también emocionales y sociales, y culpar a la falta de disciplina pasa por alto otras variables y, por tanto, la realidad individual.