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El exceso de ocio estructurado: un mal de los niños del siglo XXI

El exceso de ocio estructurado rige la infancia de nuestros hijos. Pero no siempre fue así. Rescatemos el juego libre y serán más felices.

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El exceso de ocio estructurado rige la infancia de nuestros hijos. Pero no siempre fue así. Seguro que recordáis nuestras tardes de la infancia: llegábamos del colegio, cogíamos la merienda y a la calle a jugar. Desde bien pequeños salíamos solos, nos juntábamos con los vecinos del barrio, y jugábamos a nuestro aire sin demasiado control parental. Había muchas opciones: a la pelota, a burro, canicas, cromos, la comba y la goma. No nos aburríamos nunca. Pensemos por un momento en las tardes de nuestros hijos: cuando acaban las extraescolares, empiezan con los deberes. Lo de salir a la calle a jugar es bastante infrecuente. El ocio se reduce a la videoconsola, la tele y el móvil. Entre semana la mayoría no salen al aire libre (o poco), y tampoco se juntan con sus amigos. Además de escasez de tiempo libre, juego y relaciones sociales entre semana, los niños se enfrentan a otro problema añadido: el ocio que tienen, ya sea entre semana o el fin de semana, suele estar muy estructurado y supervisado por el adulto.
El juego libre no estructurado es fundamental para el desarrollo del cerebro del niño.
Los niños apenas tienen la posibilidad de jugar a su aire. Parques de bolas, centros comerciales, cine, tecnología… ¿Entonces, cuándo tienen posibilidad de experimentar, descubrir, aburrirse, pensar e imaginar? [caption id="attachment_236053" align="aligncenter" width="700"]Niñas jugando en la naturaleza Niñas jugando en la naturaleza | Fuente: Shutterstock[/caption] El juego libre no estructurado es fundamental para el desarrollo del cerebro del niño. Es muy importante dar la posibilidad al niño de jugar libremente y de que elija qué hacer en su tiempo libre. Los padres de hoy en día sentimos que tenemos que entretener constantemente a nuestros hijos. Que tenemos la obligación de procurarles planes fantásticos, divertidos y novedosos, anulando así toda posibilidad de la experimentación, la improvisación y la creatividad que el juego libre estimula.
Ante el aburrimiento y la falta de estímulos, el niño se ve obligado a desarrollar su imaginación y creatividad, a explorar el entorno en busca de nuevos estímulos.
El niño aprende muchas cosas a través del juego. Es un pequeño laboratorio donde el niño descubre y adquiere conocimiento sobre el mundo, la sociedad, sobre cómo relacionarse. Aprende habilidades sociales, a resolver problemas, a ser ingenioso, a ser cada vez más autónomo, independiente y seguro. Además, a través del ocio, del tiempo libre no estructurado, el niño tiene también la posibilidad de aburrirse. Y aburrirse es fundamental en el desarrollo del niño. Porque cuando uno se aburre, tiene la posibilidad de improvisar. Ante el aburrimiento y la falta de estímulos, el niño se ve obligado a desarrollar su imaginación y creatividad, a explorar el entorno en busca de nuevos estímulos y juegos, a buscar a sus compañeros o amigos para nuevas aventuras. [caption id="attachment_236054" align="aligncenter" width="700"]Niño jugando a la rayuela Niño jugando a la rayuela | Fuente: ShutterStock[/caption] Y además, otra secuela de dejar a los niños aburrirse, es darles la posibilidad de pensar. Sí, algo tan sencillo y a veces difícil. Porque delante de la tele o de la videoconsola, un niño no piensa. En el cine, el centro comercial o el parque de bolas, el niño no piensa. Y un niño necesita la tranquilidad y el espacio necesario para poder pensar. Un niño con todo su tiempo libre lleno de actividades de ocio planificadas, se pierde esta posibilidad. Le estamos negando algo propio de la infancia y que nunca más se va a dar: el juego libre, espontáneo, no estructurado. Y con el la posibilidad de experimentar, soñar, imaginar, pensar y crear. Así que permitamos a nuestros niños elegir cómo invertir su tiempo de ocio. Limitar el acceso a la tecnología, y posibilitar el juego al aire libre, sin intervención del adulto. Dejemos de preocuparnos tanto por llenar la agenda de nuestros hijos de actividades de ocio súper estimulantes y geniales, y simplemente, dejémosles ser niños, e invertir su tiempo en lo que mejor se les da a los niños: jugar.
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