A lo largo de la historia,
la mujer ha contribuido enormemente al desarrollo y los logros en investigación. Grandes
científicas cuya trayectoria, sin embargo, apenas se conoce porque el sexo femenino quedaba relegado a un segundo plano. Os presentamos aquí el ejemplo de
diez biólogas sobresalientes cuyo trabajo y esfuerzo supusieron avances muy significativos.
La
Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) trata de difundir el conocimiento de las distintas ramas del saber científico en todos los ámbitos administrativos, geográficos y culturales a su alcance. Además,
apuesta por visibilizar a las mujeres de este círculo a través de su blog, Mujeres con Ciencia.
Se trata de un proyecto que nace con el objetivo de demostrar lo que hacen y han hecho aquellas que se dedican y se han dedicado a la ciencia y a la tecnología. Matemáticas, físicas, químicas, astrónomas, médicos, biólogas y estudiosas de otras muchas disciplinas. Todas ellas destacaron en su campo en un mundo dominado por los hombres. El propósito de este blog es
dar a conocer su existencia, su trabajo y las circunstancias en las que lo desarrollaron.
Queremos aportar nuestro granito de arena para hacerlas visibles. Para ello, basándonos en la iniciativa del blog de la Universidad del País Vasco mencionado anteriormente, hablaremos aquí de
grandes biólogas que lograron transformar la ciencia tal y como se conocía.
1. Sheila Minor
Los ecos de la historia de la bióloga Sheila Minor comienzan en Twitter. La ilustradora
Candace Jean Andersen encontró una fotografía tomada en una conferencia científica internacional sobre la biología de las ballenas celebrada en 1971. En ella aparecían varios hombres y una mujer. En el pie de foto,
todos los hombres nombrados. Sin embargo, Minor era la única sin identificar. La artista pidió ayuda y Twitter hizo su magia. Detrás del hashtag #SheilaMinorHuff, un relato. Una vida dedicada a la ciencia, la de una técnica de investigación biológica con una carrera profesional de 35 años a sus espaldas.
Tras su graduación, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU.
le ofreció un puesto de secretaria, a pesar de haber obtenido una licenciatura en fecha reciente. Evidentemente, ella lo rechazó. Sin embargo, más tarde, crearon el cargo de técnico de investigación biológica, que ella aceptó. Entre otras cosas, aprendió a organizar, medir y ordenar especímenes: llegó a reunir los datos de más de 4.000 de ellos.
Minor
tuvo que lidiar con el acoso sexual y racial en su carrera profesional. De hecho, fue la razón por la que dejó el trabajo que tenía para entrar en el Centro de Investigación Ambiental del Instituto Smithsonian. Según ella, un ambiente más propicio y 'tolerable'.
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Sheila Minor | Fuente: mujeresconciencia.com[/caption]
2. Hattie Elizabeth Alexander
A lo largo del siglo XX, la pediatra y microbióloga Hattie Elizabeth Alexander tuvo muchos frentes abiertos. Lidió con una gran montaña de trabajo, aunque eligió una sola dirección: la de la genética microbiana. En concreto, llevó a cabo una exhaustiva investigación sobre la
Haemophilus influenzae (Hib), también llamada bacilo de Pfeiffer. Un tipo de bacteria que causó una de las más letales enfermedades en niños:
la meningitis.
En esa tarea de análisis,
encontró un remedio efectivo que consiguió reducir significativamente la tasa de mortalidad de la infección. Asimismo, fue una de las primeras en estudiar la resistencia a los antibióticos. Según la OMS, a día de hoy, es una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo.
Fue la
primera mujer en ser elegida presidenta de la Sociedad Estadounidense de Pediatría. Afortunadamente, su gran trabajo fue reconocido. Recibió el premio E. Mead Johnson, el Elizabeth Blackwell y el Oscar B. Hunter Memorial.
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Hattie Elizabeth Alexander | Fuente: Columbia University[/caption]
3. Elizabeth Bugie Gregory
Uno de los grandes descubrimientos del siglo XX fue
la estreptomicina, el primer antibiótico efectivo contra la tuberculosis. El bioquímico Selman Abraham Waksman ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1952 por la identificación de la estreptomicina. El hallazgo de este fármaco resultó de capital importancia, ya que la tuberculosis fue una de las principales causas de muerte en todo el mundo en la década de 1940.
Pero lo cierto es que él no debería haber sido el único protagonista. Según la historia, detrás de este hito en la ciencia se encuentran
Selman Waksman, el estudiante de doctorado
Albert Schatz y
'otros'. En ese 'otros' está la microbióloga
Elizabeth Bugie Gregory. Nadie escribió el nombre de Elizabeth en esa página de la historia porque le dijeron que no era necesario que apareciera en la patente. El argumento: "algún día se casaría y tendría una familia".
Así pues, no se llevó ni el Premio Nobel ni ningún reconocimiento por la investigación y el descubrimiento de la estreptomicina. Al final, consiguió una parte muy pequeña de los derechos de la patente. Waksman obtuvo el 10%, Schatz el 3% y Gregory el 0,2%. El resto fue destinado a una fundación de investigación de Rutgers. Sin embargo, Elizabeth no se rindió y
siguió investigando sobre el desarrollo de otras sustancias antimicrobianas.
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Elizabeth Bugie Gregory | Fuente: Wikipedia[/caption]
4. Joanne Chory
El
cambio climático es uno de los problemas principales a los que nos estamos enfrentando. Hay demasiado
CO₂ en la atmósfera debido a la actividad humana. Pero, ¿cómo lo resolvemos?
Puede que la clave esté en desarrollar 'superplantas'. Al menos, en esa línea trabaja la genetista Joanne Chory,
ganadora del Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Está desarrollando un vegetal que podría absorber veinte veces más dióxido de carbono que las plantas actuales y resistir sequías e inundaciones sin dejar de ser nutritivo. Su labor está siendo muy importante, ya que podría suponer un retraso del cambio climático.
Según Chory,
las plantas son "unas excelentes máquinas cuyo trabajo ha consistido en absorber el
CO₂. Y lo hacen muy bien porque llevan haciéndolo más de 500 millones de años". Sin embargo, ahora somos nosotros los que debemos echar una mano.
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Joanne Chory | Fuente: Wikipedia[/caption]
5. Kristine Bonnevie
La Academia Noruega de Ciencias y Letras, establecida en 1760, admitía en 1911 a
la primera mujer científica. Era la bióloga Kristine Elisabeth Heuch Bonnevie. Un año más tarde, la Universidad de Oslo la nombraba profesora permanente, siendo también la primera en Noruega.
En las últimas décadas del siglo XIX las estudiantes femeninas de este país nórdico aún
no eran admitidas en la escuela secundaria pública. Por esta razón, Kristine Bonnevie asistió a un colegio privado especializado en preparar a las alumnas para las pruebas de ingreso en la universidad. Ella las superó y decidió estudiar Medicina, la que más estudiantes femeninas atraía, ya que serían bien enseñadas para cuidar las necesidades de otros.
La joven muy pronto optó por abandonar esta carrera. Intensamente atraída por la zoología, decidió dedicarse a estudiar esta ciencia. Se especializó también en genética y
emprendió un extenso proyecto sobre la herencia humana en su país.
Además, se mostró muy interesada en
promocionar los intereses de las mujeres científicas. Gracias a su iniciativa, a partir de 1916 se crearon en Oslo varias residencias para estudiantes femeninas y, algo después, destacó como una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Universitarias.
Kristine se mantuvo activa hasta el final de su vida. Incluso la tarde anterior a su muerte envió unas pruebas corregidas de su último trabajo con el mensaje de que debían publicarse lo más pronto posible.
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Kristine Bonnevie | Fuente: Wikipedia[/caption]
6. Tine Tammes
En la primera década del siglo XX se produjo el nacimiento de una nueva rama de la biología,
la genética. Las mujeres científicas fueron un componente considerable de su desarrollo.
En este contexto, Jantine Tammes fue una destacada bióloga capaz de enfrentarse al rechazo de la comunidad académica de su tiempo a la participación activa de la mujer en la investigación avanzada. Formaba parte de un conjunto creciente de jóvenes que, en el cambio del siglo XIX al XX, ya
no estaban dispuestas a quedarse en casa después de haber recibido algún tipo de educación. Exigían el derecho a más formación y a conseguir, posteriormente, un trabajo acorde a su especialización.
Tine Tammes fue nombrada profesora de genética de la Universidad de Groningen. La
primera docente de esta especialidad que alcanzó tal distinción en los Países Bajos y la segunda mujer en todo el país. Dedicó parte de su tiempo a supervisar la investigación de otros. Además, fue miembro del consejo editorial de la prestigiosa revista
Genetica. Al mismo tiempo, participó activamente en la
Dutch Association of Women Graduates.
En 2001, la Universidad de Groningen creó una cátedra con su nombre con el fin de
estimular la enseñanza y la investigación en Estudios de Género.
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Tine Tammes | Fuente: mujeresconciencia.com[/caption]
7. Tikvah Alper
Acabar con dogmas establecidos nunca es fácil. Se necesita mucha fuerza y convicción para poder hacerlo. Y, por supuesto, pruebas. Una mujer tenía todo lo necesario para acabar con uno de esos dogmas. Era
una de las radiólogas más influyentes de todos los tiempos y se llamaba Tikvah Alper.
Alper demostró la posibilidad de que un agente infeccioso se pudiera propagar sin que tuviera ADN o ARN en su estructura. Algo impensable en su época y que
iba contra el 'Dogma Central de la Biología'.
Se necesitaron años para dar nombre a su descubrimiento: el prion. Estas partículas permitieron entender mejor los mecanismos de todas las formas de encefalopatías espongiformes transmisibles. Entre ellas, la conocida como
'enfermedad de las vacas locas'.
Tikvah Alper no fue solo una científica brillante. También fue una
feminista, educadora y activista convencida. Ejemplo de luchadora, trabajó duro para demostrar que el género no tenía nada que ver con la ciencia. Sentía que la inteligencia, la competencia y la integridad era todo lo que un científico necesitaba para lograr el éxito. Y lo demostró sobradamente con su trabajo.
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Tikvah Alper | Fuente: Wikipedia[/caption]
8. Salome Gluecksohn Waelsh
Salome Gluecksohn Waelsh nació en la antigua Prusia oriental en una familia judía. A pesar de las importantes dificultades y el ambiente hostil con que tuvo que enfrentarse desde muy joven, afirmó con rotundidad:
"nací con la intención de ser científica". Así pues, se enfrentó a sus estudios con una decidida determinación.
Con 25 años, defendió de manera intachable su tesis doctoral en la Universidad de Friburgo y se dispuso a continuar su carrera. Pero en la Alemania de los años 30, la situación política y social se estaba volviendo cada vez más difícil. Los prejuicios existentes frente a personas como ella, mujer y judía, hacían que
sus perspectivas de trabajo fuesen poco prometedoras.
Salome estaba adelantada a su tiempo. Persuadida de que el desarrollo embrionario está controlado por los genes, se convirtió en una activa defensora de la necesidad de reunir los campos de la embriología y la genética en un nuevo ámbito de trabajo: la
genética del desarrollo o biología del desarrollo.
Waelsh alcanzó un
considerable reconocimiento como científica. Sin embargo, tuvo que superar importantes obstáculos antes de alcanzar la aceptación de sus colegas. Ella misma relataba que en su laboratorio siempre tuvo que luchar al máximo. Más de una vez llegó a afirmar que, según su criterio, las mujeres en la actualidad no experimentan la misma clase de restricciones que ella sufrió en su campo de investigación.
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Salome Gluecksohn Waelsch | Fuente: mujeresconciencia.com[/caption]
9. Sylvia Earle
Las profundidades del océano son una de las mayores reliquias del planeta. En esa gran masa de agua existen ciudades mágicas llenas de color, donde los corales son edificios y los peces sus habitantes. Pero la ignorancia y el egoísmo del ser humano están destruyéndolo todo. Sylvia Earle,
bióloga marina y exploradora, advierte de las consecuencias que sufriremos en pocos años si seguimos maltratando los océanos.
En 1979 consiguió el
récord femenino en profundidad oceánica. Se sumergió hasta 381 metros con un traje especial. En el momento en que llegó al fondo marino, apagó las luces del traje para poder observar la oscuridad que imaginaba que imperaría. Pero no fue así. Lo que vio fueron luces de colores que provenían de todo tipo de seres submarinos. Ella vio la bioluminiscencia en estado puro, fluyendo en las más oscuras profundidades.
Esta mujer se ha convertido en una figura destacadísima por
su trabajo, su lucha y su pasión por el mar. En julio de 2012 lideró una expedición en el laboratorio submarino Aquarius, situado en Cayo Largo, Florida. En ella se investigaron los arrecifes de coral y la salud oceánica. Entonces demostró cómo, a pesar de sus 77 años, le seguía apasionando la biología marina y el bienestar de los océanos.
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Sylvia Earle | Fuente: National Geographic[/caption]
10. Anne Fausto-Sterling
La doctora Anne Fausto-Sterling es experta en Biología y Estudios de Género. Ha sido una de las
pioneras en la aplicación de la crítica feminista a la construcción del conocimiento científico.
Convencida de que el sexo no se limita a ser mujer u hombre, Fausto-Sterling ha realizado una ingente labor para demostrarlo. Ha logrado
cambiar la visión tradicional sobre cómo los seres humanos hemos interpretado nuestra sexualidad. Desde su vanguardista perspectiva, muestra un considerable alejamiento de las formas binarias del sexo y del género. Así como del modo en que la ciencia ha configurado y, a veces, ha escondido este tema.
En los primeros años de su profesión, Anne dedicó sus esfuerzos a investigar la complejidad que acarrea interpretar el desarrollo sexual humano. Paralelamente, ejerció con gran entusiasmo la docencia como profesora universitaria. Sus actividades se vieron notablemente enriquecidas al entrar en contacto con
los estudios de mujeres y la crítica feminista de la ciencia.
Fausto-Sterling pronto constataría que el funcionamiento de la ciencia ofrecía importantes dudas sobre su supuesta objetividad y neutralidad. La científica llegaría a la conclusión de que
el sexo binario no existe. En realidad hay una serie de formas intermedias que la ciencia no ha querido admitir, o no se ha atrevido a enfrentar con claridad. En este contexto escribiría una de sus obras más importantes:
Myths of Gender: Biological Theories about Women and Men.
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Anne Fausto-Sterling | Fuente: Wikipedia[/caption]
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