Pero, ¿qué ocurrirá en estos casos?
En la primera forma de actuar, el niño percibirá que algo pasa, sus padres no están como siempre y él lo nota. Esta preocupación será transmitida y además el niño comenzará a imaginar las posibles causas de lo que está sucediendo, sintiéndose incluso culpable de la situación pensando que él pueda ser uno de los motivos. En el segundo caso, estaremos colocando a nuestro hijo en un rol de adulto. Estamos buscando que este nos cuide y consuele. El niño se hará cargo de los estados de ánimo de sus padres y sentirá la obligación de cuidarlos. En ambos casos se produce en el niño un alto nivel de estrés y se acabará sintiendo igual o más preocupados que sus padres. Ya que además, recordemos que los niños no saben regular sus emociones solos, sino que son sus figuras principales de cuidado quiénes les transmiten como hacerlo.
¿Cuál sería la mejor manera de hacerlo?
Adaptar a su nivel de comprensión y a su edad lo que está ocurriendo. Que entienda por qué mamá o papá están más tristes, enfadados o preocupados más de lo normal y así poder dar un sentido al ambiente que se está viviendo en casa. Hay quienes piensan que la ansiedad es transmitida a través de los genes, es cierto, pero se necesita un detonante para que se desarrolle, y esta activación dependerá del ambiente en el que el niño se desarrolle. Es decir, el estilo de crianza que el niño ha recibido, la forma en la que los padres gestionan las emociones o cómo reaccionan estos ante los problemas. No es lo mismo reaccionar de manera catastrofista cuando nuestro hijo nos cuenta que ha tenido problemas en el cole con otro niño a reaccionar preguntándole e interesándonos por lo que ha pasado y buscando juntos soluciones. Es importante tener en cuenta que la familia es un cimiento fundamental para el desarrollo emocional. Será el pilar que les transmita seguridad, confianza en sí mismo y afecto, siendo estos los ingredientes básicos para un correcto funcionamiento emocional. Te preguntarás, ¿de qué manera transmito mi ansiedad a mis hijos? Se transmite a través de las preocupaciones constantes, esto hará, como hemos visto anteriormente, que el niño también se preocupe aún sin saber muy bien por qué, dándoles el mensaje implícito de que para que las cosas salgan bien hay que preocuparse. La sobreprotección es una pieza básica en la transmisión de ansiedad a nuestros hijos. Como padres, tenemos la idea de tener que proteger a los niños de cualquier mínimo peligro que pueda aparecer es lo mejor que podemos hacer. Los niños, por naturaleza, son exploradores del mundo, pero nosotros, los adultos, podemos reaccionar con miedo ante determinadas situaciones, respondiendo así a nuestro propio temor. Así, enseñamos que el mundo es un lugar peligroso, pudiendo generar en él cuando sea adulto sentimientos de inseguridad.
Lidia G. Asensi Psicoterapeuta MásQuePsicología
