Las consecuencias de la crianza con megáfono en los niños
Intentar impartir disciplina a voces no soluciona nada. Entre los perjuicios que puede ocasionar en la vida adulta, los expertos advierten que:1. Fomenta la inseguridad
Incluso cuando son bebés, gritar a nuestros hijos puede dejar huella en su capacidad para tomar decisiones. La profesora de psicología de la Universidad de Lehigh Susan Woodhouse asegura que reaccionar con gritos, incluso si ocurre de manera puntual, acrecenta la inseguridad en los niños. [caption id="attachment_371529" align="aligncenter" width="700"]
2. Aumenta las conductas irresponsables
Por su parte, la escritora y experta en educación Whitney R. Cummings advierte que la crianza con megáfono no se suele traducir en una buena conducta infantil. Si acaso funcionan a modo de método disuasorio momentáneo o, lo que es peor aún, se convierten en un pequeño precio a pagar tras una mala conducta. En ambos casos, es muy probable que un sujeto crezca desatendiendo sus responsabilidades en busca de la gratificación continua.3. Limita la autonomía
Gritar, dice Cummings, condiciona a un niño a no pensar por sí mismo. “Desencadena en él tres posibles reacciones: pelear, escapar o anularse. A una corta edad, al no poder hacer frente a un adulto ni huir, se bloquean. En ese estado, uno no está preparado para tomar buenas decisiones, particularmente cuando han de tomarse bajo presión”.4. Minimiza el potencial de una persona
Consecuencia de todo lo anterior es la merma de probabilidades de cara a alcanzar la plenitud personal. Tal y como recuerda Unicef en su informe Ocultos a plena luz, “la exposición prolongada a un estrés tóxico puede alterar el desarrollo fisiológico del cerebro y repercutir así en el crecimiento físico, cognitivo, emocional y social”. [caption id="attachment_371527" align="aligncenter" width="700"]
¿Cómo debemos manejar las conductas inadecuadas?
Desde la Asociación Española de Pediatría se aconseja, en primer lugar, valorar el origen de cualquier comportamiento inapropiado, lo que facilitará la comunicación entre las dos partes. El siguiente paso es determinar qué conductas se pueden ignorar y cuáles han de ser atajadas sin demora alguna. Si se trata de algo leve, no prestar atención suele ser suficiente para desterrar poco a poco esos actos no deseados. Sin embargo, cuando hablamos de actitudes graves como los insultos o las agresiones, la cosa cambia. Desde la prestigiosa agrupación de pediatras instan a los padres a interrumpir estos episodios “de inmediato, sin amenazas, pero con decisión y firmeza”.
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