A lo largo de la crianza de nuestros hijos, muchas veces se nos olvida dar ejemplo al tiempo que exigimos que ellos actúen de la manera correcta. En otras ocasiones, tomamos decisiones carentes de eficacia que, en lugar de favorecer las consecuencias deseadas, contribuyen a originar un escenario opuesto. Por eso, antes de actuar dejándonos llevar por nuestros impulsos más primarios, deberíamos pararnos a reflexionar y evitar así caer en alguna de las 10 incoherencias más habituales.
1. Elevar la voz y decir tacos
En primer lugar, todos queremos evitar que los niños se expresen a gritos y articulen palabras malsonantes. Pero, ¿cuántas veces os habéis visto lanzando improperios a otros conductores mientras estáis al volante o exigiendo, a voz en grito, explicaciones a los jugadores o los árbitros durante una retransmisión deportiva?
Entre otras hipotéticas situaciones en las que solemos perder los nervios, al hacerlo estamos fomentando que ellos normalicen tales conductas y se acostumbren a imitarnos cuando algo no resulte de su agrado. Está claro que no somos máquinas y que tenemos emociones, pero, antes de ser presos de las mismas, haríamos bien en tranquilizarnos y exteriorizarlas de un modo más civilizado.
2. No respetar opiniones diferentes a la nuestra
Algo similar puede llegar a ocurrir cuando nos acostumbramos a desacreditar a aquellos cuya opinión difiere de la nuestra. Al presenciarlo, lo más probable es que nuestros hijos consideren natural recurrir al desprecio siempre que la visión de otros no coincida con la suya, en vez de preguntarse los motivos por los que eso ocurre e iniciar un debate basado en la calma y la argumentación.
No obstante, si queremos evitar que se conviertan en seres incapaces de empatizar con los demás, es importante que les enseñemos a transitar por un camino muy diferente. Concretamente, por uno en el que el respeto hacia el resto sea un requisito indispensable a partir del que poder limar asperezas sin caer en actitudes extremas.
3. Protagonizar conductas violentas
Ni que decir tiene que las posturas radicales basadas en la agresividad física deben ser arrancadas de raíz entre los posibles comportamientos válidos de un niño. Una misión a la que, una vez más, debemos contribuir erigiéndonos como un modelo válido para ellos, dejándoles claro que la violencia es inaceptable en cualquier contexto y nunca representa una vía válida para resolver los problemas.
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4. Imponerles castigos destructivos
Cuando nuestros hijos no cumplen las obligaciones que tienen asignadas, no queda otra que establecer una serie de consecuencias de las que extraigan lecciones. Lo recomendable es que nos limitemos a restringir alguno de sus privilegios, de manera que les quede claro que incumplir las reglas, en el ámbito que sea, nunca sale gratis.
Sin embargo, imponerles sanciones destructivas es otra de las incoherencias de los padres que se cometen de manera más frecuente. El principal motivo es que este tipo de castigos son totalmente contraproducentes, ya que a través de los mismos, los niños no extraen ningún aprendizaje. Solo modifican sus conductas para evitar nuestra respuesta, volviendo a retomarlas cuando no estamos presentes.
5. Recompensarles con premios materiales
Del mismo modo, recompensar continuamente con obsequios materiales sus buenos comportamientos y sus avances es del todo ineficaz. Solo conseguiremos que se esfuercen por los premios que recibirán a cambio, en lugar de adoptar la costumbre de responsabilizarse de sus cometidos. Además, si se habitúan a dicha dinámica, darán por hecho que, tras actuar de la manera correcta, estaremos obligados a ofrecerles algún tipo de retribución.
6. Compararles con otros niños
Otras veces, cuando nuestros hijos se portan mal, cometemos el error de compararles con otros niños de su entorno, exaltando las conductas de estos y menospreciando las suyas. Pero, ¿os gustaría que hicieran lo mismo con los padres de amigos o familiares? Seguro que no. Además de la nula eficacia de este tipo de reacciones, debemos tener en cuenta que todas las personas son diferentes y no podemos pretender que cada una proceda de un modo idéntico.
7. Incumplir los compromisos que adquirimos con ellos
Entre las incoherencias de los padres más comunes, no cumplir con las promesas realizadas o con las consecuencias de algún mal comportamiento solo conduce a una pérdida de confianza y autoridad. Por eso mismo, antes de adquirir un compromiso sería buena idea pensar detenidamente si podremos mantenerlo en el futuro.
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8. Inculcarles costumbres saludables que nosotros no llevamos a cabo
Un comportamiento muy típico es el de pretender que los niños adquieran hábitos saludables que nosotros nunca llevamos a cabo. Por ejemplo, alimentarse equilibradamente mientras nos ven recurrir a la comida basura de manera frecuente, animarles a leer y no tocar un libro o pedirles que hagan deporte cuando nos pasamos nuestro tiempo de ocio tirados en el sofá.
9. Pretender que compartan sus sentimientos mientras les ignoramos
También es contradictorio acostumbrarnos a no prestarles la debida atención e insistirles, en cambio, en que se abran, sean sinceros y compartan sus sentimientos. Pese a su corta edad, son plenamente capaces de detectar ese tipo de incoherencias y, en tales situaciones, solo conseguiremos que se cierren más en sí mismos y resulte cada vez más complicado establecer una comunicación fructífera con ellos.
10. Exigirles que rectifiquen cuando a nosotros nos cuesta hacerlo
Seguro que, a lo largo de la crianza de vuestros hijos, os equivocáis en numerosas ocasiones. Pues bien, en ese caso es importante que sepáis rectificar y pedir disculpas. Sobre todo si pretendéis que vuestros hijos también se acostumbren a hacerlo, cuando incurran en algún error, de una forma natural y sincera.
