Hábitos de crianza ineficaces y alternativas razonables
Dicho lo anterior, enumera tres hábitos de crianza ineficaces y prejudiciales que hemos de evitar a toda costa.1. Recurrir al castigo físico
En primer lugar, Brandt hace referencia a las numerosas investigaciones que demuestran que los azotes y otras formas de castigo físico asociadas un estilo de crianza autoritario no son saludables en ningún caso. Sin ir más lejos, existen pruebas de que tales actuaciones pueden cambiar la estructura del cerebro infantil. Un acontecimiento doblemente perjudicial, pues, además de incidir negativamente de la manera descrita, no alberga ninguna eficacia si pretendemos observar cambios hacia una conducta positiva. [caption id="attachment_543571" align="aligncenter" width="700"]
¿Qué debemos hacer en su lugar?
Una disciplina exitosa mostrará a los niños y niñas el camino adecuado. Comprenderán por qué lo que hicieron estuvo mal y obtendrán las respuestas necesarias para obrar en el sentido correcto la siguiente vez que experimenten una situación similar. Si están comprometidos, una tarea que corre por nuestra cuenta, crecerán con una conciencia propia ajustada a la realidad y mantendrán una sintonía emocional con su entorno. En el extremo opuesto, si se encuentran continuamente expuestos a estímulos que incentiven su ansiedad, se volverán evasivos. Por lo tanto, para conseguir su implicación en el proceso de mejorar como individuos, nos recomienda hacer uso de la empatía. A partir de ahí, podremos ayudarles a desenvolverse en futuros escenarios similares de la forma más apropiada, creando progresivamente nuevos estratos de refuerzo positivo en su mente. Este especialista en comportamiento infantil propone un ilustrativo ejemplo para que lo entendamos mejor. Si, en un momento dado, un niño arremete contra alguno de sus hermanos por haberle quitado un juguete, podemos preguntarle qué emoción percibió cuando se produjo ese hecho. Posteriormente, aconseja que le hagamos saber que la próxima vez que sienta lo mismo, dispone de varias alternativas que sí serían aceptables. Como pedirle amablemente que le devuelva el objeto o avisarnos para que le brindemos nuestra ayuda. Con el fin de reforzar dicha lección, concluye, “podemos practicar con ellos una de las soluciones o ambas”. [caption id="attachment_543779" align="aligncenter" width="700"]
2. Excederse con imposiciones demasiado duras
Dejando a un lado una conducta tan grave y perjudicial como el castigo físico, pasamos a otros hábitos de crianza ineficaces. Nos centraremos ahora en las posturas demasiado severas. Brandt plantea como supuesto las ocasiones en las que recurrimos a los 'tiempos fuera' para que los menores asimilen determinados errores en los que han caído. Reconoce que puede ser tentador, en ocasiones, mantenerlos aislados durante un rato más largo para que tomen mayor conciencia de su comportamiento. Sin embargo, si prolongamos esta medida en exceso, es muy probable que el método se vuelva contraproducente. Por lo general, recomienda que nos ajustemos a la regla de un minuto por año de edad, con un máximo de 10, tras los cuales dejará de ser una herramienta útil. “Existe un límite temporal en el que pueden procesar la información que, para los más pequeños, es bastante corto”. Por eso, es posible que, a pesar de disponer de un periodo para aprender de algún acto poco deseable, luego continúen jugando, soñando despiertos o haciendo sus cosas y lo olviden. Y eso es precisamente lo que no queremos.Cómo actuar sin caer en este error
Lo mejor en estos casos es combinar el mencionado procedimiento con otro enfocado en que procesen, asuman y entiendan sus actos. Eso sí, una vez más lo importante es ajustar la intensidad a los hechos acontecidos. Si somos demasiado autoritarios e imponemos términos extremos, desplazaremos la experiencia del terreno del aprendizaje a otro dominado por la ansiedad. “¿Tu hijo ha comido un caramelo sin pedirlo?”, pregunta. Ante tal interrogante, sugiere no permitirle disfrutar de su dulce favorito esa jornada, pero no prolongar la privación durante toda la semana.3. Caer en planteamientos incongruentes
También resulta esencial para Brandt ser consistentes con las reglas y las consecuencias. “De hecho, la coherencia va a ser más relevante que los efectos específicos”, particularmente durante las primeras etapas de la infancia. Cuando las normas y las expectativas cambian constantemente, algo habitual en quienes imparten estilos de crianza muy duros o muy permisivos, los menores pueden ponerse nerviosos incluso cuando se comportan adecuadamente. En esos casos, “los padres posponen la disciplina de su hijo por la forma en que este podría responder”. Algo que puede terminar otorgándole vía libre para hacer lo que quiera, hasta que llega un momento en el que nos enfadamos. Consigue hacer lo que quiere y, de repente, recibe un grito, creándose un panorama muy confuso para él. [caption id="attachment_543572" align="aligncenter" width="700"]
Aplicando disciplina con coherencia
Dicha mezcla de confusión y miedo supone un caldo de cultivo para la ansiedad. Por el contrario, la claridad, la concisión y la positividad generan un entorno en el que los niños y niñas pueden aprender que es seguro reconocer sus errores y crecer como individuos a partir de ellos. No es extraño, por tanto, que este especialista en crianza anime a las familias a finalizar cualquier interacción disciplinaria con una nota de optimismo como forma de aliento para seguir adelante. “No queremos quedarnos atascados en ese momento difícil en el que el menor está enfadado porque se siente incomprendido y como si le hubieran etiquetado como un sujeto malo —advierte—. Así que yo terminaría la interacción diciendo: 'ahora entendemos lo que ha pasado y cómo podemos evitar que vuelva a ocurrir en el futuro. Estoy deseando ver cómo lo manejas mejor la próxima vez. Lo harás muy bien'”. Así evitaremos que se produzca una erosión en su autoestima que les haga caer en conductas tóxicas y destructivas.Estrategias para hacerles ganar autoestima y confianza
Paralelamente, si queremos potenciar su confianza, tenemos a nuestra disposición diferentes juegos con los que trabajar en dicho propósito. Iniciativas que no deberíamos subestimar por su capacidad para mejorar la opinión sobre sí mismos, además de hacerles sentir preparados para los retos más diversos y, como consecuencia, permitirles crecer felices y en paz. En el extremo opuesto, cuando se minusvaloran como individuos, pueden aparecer problemas que se reflejen en los distintos ámbitos de su vida. Tanto en la familiar como en la académica, la social o el plano más íntimo. Para minimizar este posible riesgo, podemos recurrir a propuestas como El tarro mágico, La silla caliente, Las gafas positivas, Fuera Etiquetas o El reparto de estrellas, entre otras útiles técnicas que os detallamos en este artículo. Antes de finalizar, Brandt nos insta a deshacernos de los miedos a la hora de emplear el mencionado enfoque positivo y optimista con nosotros mismos. A pesar de que, tal y como reconoce, los hábitos pueden ser difíciles de romper. En los momentos de caos en la crianza, es sencillo retomar métodos de disciplina que desaten la ansiedad de nuestros hijos e hijas en el intento de recuperar el control de la situación. Sin embargo, el inicio de la solución pasa por reflexionar sobre los motivos por los que hemos vuelto a las conductas que no deseamos cometer. El siguiente paso es determinar con exactitud cómo debemos proceder en el futuro, concretando todo aquello que tendremos que hacer de una manera distinta. Solo así seremos capaces de desenvolvernos satisfactoriamente la próxima vez y posibilitar comportamientos beneficiosos en el resto de los componentes del hogar.
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