En Europa, una de cada diez mujeres ha sido víctima de violencia sexual desde los 15 años; y una de cada 20 ha sido violada.Sí, la realidad es dramática. Pero ¿por qué la sociedad española no rechaza los acosos, los abusos sexuales y las violaciones? Los expertos dicen que la verdadera dimensión del problema permanece oculta por el miedo, la presión social y la vergüenza a denunciar. La mujer tiene un profundo sentimiento de culpa impuesto por el entorno que trata este tema frívolamente, con comentarios como que “ella se lo estaba buscando”, o “algo habrá hecho”. Y si entra dentro del 80% de los casos en el que el agresor es alguien conocido, un familiar, su pareja, amigo o allegado, lo justifica aún más. Este fenómeno tiene el mismo patrón a nivel mundial y se sostiene por la culpa y culpabilización, desamparo, incomprensión y, sobre todo, desinformación. Por ello, es importante que las mujeres rompan el silencio para que el abuso no se normalice y sea algo injustificable e intolerable. El acoso persistente solo es posible con una cultura que lo ampara y lo relativiza. No me gusta la victimización general de la mujer. Ni la opresión del hombre. Pero aquí no estamos hablando de eso. Si no de educar a nuestros hijos a no aceptar lo inaceptable. Los asaltos sexuales son inadmisibles. Educarles para que se respeten y respeten. Ellos tienen el derecho a decidir qué hacer con su cuerpo y nadie más. Debe haber igualdad en la toma de decisión. En Suecia ya están endureciendo las leyes para especificar que toda relación que no tenga el consentimiento expreso es abuso sexual. El problema viene cuando la sociedad lo hace parecer normal. Porque el acoso persistente únicamente es posible con una cultura que lo ampara y lo relativiza. Desde la educación en el hogar podemos empezar a generar el cambio. ¡Hagámoslo!

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