Cada vez es más habitual encontrarnos con jóvenes que presentan lo que se conoce como
el Síndrome de Peter Pan: adolescentes que se resisten a crecer y retrasan su entrada en la madurez. Este fenómeno, que
afecta más a los chicos que a las chicas, suele deberse al
miedo al fracaso o a la imposibilidad de afrontar los problemas de la vida diaria. El riesgo es que acaben convirtiéndose en
adultos desorientados, sin propósitos claros ni motivación para avanzar.
La cultura popular, a través de series y películas, a menudo ensalza la figura del joven inmaduro, despreocupado y reacio a asumir responsabilidades. Es el
estereotipo del adolescente que se encierra en su cuarto, evita comunicarse y tiene un comportamiento infantil. En algunos casos, viven una ‘adolescencia’ que se puede prolongar más allá de los treinta años.
Las chicas maduran antes
Las chicas, por lo general, tienden a madurar antes. En la actualidad, su rendimiento académico en el colegio y la universidad es superior, y la tasa de abandono escolar es mucho menor en comparación con la de los chicos. Además, se muestran
más enfocadas en unos objetivos y más eficaces a la hora de ponerlos en práctica.
Según
datos facilitados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, y obtenidos de la Encuesta de Población Activa 2024, aunque el abandono entre los hombres se ha reducido ligeramente respecto al año anterior (disminuye 0,3 puntos porcentuales), y se sitúa ahora en el 15,8 %, el de las mujeres sigue siendo menor. Este también ha descendido, aunque de una manera mucho más evidente: 1,3 puntos porcentuales, hasta alcanzar una tasa del 10 %. Aunque hay razones para el optimismo: en los últimos diez años, la diferencia entre unos y otras ha pasado de 7,5 a 5,7 puntos porcentuales.
Pautas para estimular la madurez en los niños
Para que los chicos alcancen un grado de madurez acorde con su edad, es fundamental que
encuentren lo que les inspira, definan sus metas y se comprometan con su desarrollo personal. A continuación, os ofrecemos algunas pautas para animar a vuestros hijos a encontrar su camino:
1. Ampliar la perspectiva y pensar en los demás
Durante
la adolescencia, es bastante normal que nuestros hijos e hijas (esto es común a ambos sexos) crean tener todas las respuestas y tiendan a rechazar los consejos. Para avanzar en su crecimiento, es clave que tengan
una actitud abierta, receptiva a las sugerencias de su entorno. Deben dejar atrás la inseguridad,
atreverse a salir de su zona de confort y afrontar nuevos desafíos.
Empezar a tomar pequeñas decisiones con responsabilidad los prepara para encarar situaciones más complejas. Tal y como explican los expertos de la Asociación Española de Pediatría, durante esta etapa, el desarrollo de las funciones ejecutivas del cerebro les ayuda a planificar, tomar decisiones y regular su comportamiento.
2. Reducir el tiempo frente a los videojuegos
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Hacer un uso responsable de la tecnología, fundamental | Fuente: Canva[/caption]
El uso excesivo de videojuegos es uno de los factores que más afecta al bienestar de los niños. De hecho, según el
informe de FAD Juventud 2023, el 77 % de los jóvenes de 15 a 29 años residentes en España juega a videojuegos. Otro dato:
el 84,5 % son chicos y el 69,7 %, chicas.
Aunque estos juegos tienen ciertos
aspectos positivos, lo cierto es que generan
una sensación constante de reto y adrenalina que a veces llega a desconectarlos del mundo real. Si esto produce un aislamiento social y evitan enfrentarse a las dificultades cotidianas, es cuando aparece el problema. Esta es una de las razones por las que resulta recomendable
establecer límites y potenciar otras formas de ocio más enriquecedoras, como la lectura, la música o las actividades creativas.
3. Fomentar el deporte como hábito diario
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Los deportes de equipo estimulan la responsabilidad y el compromiso | Fuente: Canva[/caption]
Lo sabemos bien: la actividad física no solo es buena para la salud, sino que contribuye a disminuir el estrés y mejora el bienestar emocional. Y esto es así a cualquier edad. Pero durante la adolescencia tiene una gran relevancia. En el caso de los chicos, que
tienden a necesitar que los resultados de su esfuerzo sean tangibles, cobra especial importancia, pues el deporte se los ofrece de forma natural.
Actividades como
el fútbol, el atletismo o el baloncesto pueden ser grandes aliados para desarrollar la constancia, la disciplina y la
autoestima.
4. Incorporar responsabilidades en el entorno familiar
Si acostumbramos a nuestros hijos a
asumir pequeñas tareas domésticas desde que son pequeños, y vamos aumentando el grado de dificultad y compromiso a medida que crecen, reforzaremos
el sentimiento de competencia y autonomía, y les será más fácil conectar con la realidad y tomar decisiones sobre su futuro inmediato.
En cambio, si pasan horas encerrados en su habitación delante de una pantalla, terminarán por perder el
sentido de pertenencia y utilidad. Al tiempo que procuramos que se sientan parte necesaria e importante en la familia, también resulta muy positivo que crezcan en ellos las
ilusiones a corto plazo: metas académicas o personales que los motiven en su día a día y les impulsen a superarse.
5. Rodearse de amistades positivas
Los amigos son el
grupo de referencia más importante durante la adolescencia, y su impacto en el individuo es enorme. Lo ideal es que se rodeen de personas
que compartan valores, intereses y metas constructivas. Esto no siempre es fácil, pero enseñarles a identificar
relaciones tóxicas o influencias negativas les permitirá avanzar con mayor seguridad.
Las amistades que impulsan la solidaridad, el compromiso y el crecimiento personal son las que más les beneficiarán, también en el terreno sentimental, en el que deben aprender a reconocer y evitar los vínculos alimentados con conflictos, manipulación y dependencia.
Para fomentar la madurez de tu hijo, uno de los recursos más eficaces es
animarlos a salir poco a poco de su zona de confort, explicarles, con palabras y con hechos, que
no deben temer al fracaso, pues el error es una de las mejores herramientas de aprendizaje.
Si son autónomos y se sienten competentes, ganarán confianza en sus capacidades, todos ellos aspectos fundamentales para que maduren.
Con apoyo, retos asumibles y modelos positivos, encontrarán su camino y terminarán por convertirse en adultos responsables y motivados.