¿Qué ocurre cuando esas etiquetas se las ponemos a nuestros hijos?
Este comportamiento paterno, tan del día a día, tan inconsciente normalmente, no es adecuado, ni siquiera cuando el apelativo se enmarca en los rasgos positivos del niño. Veamos por qué.- La comparación con sus hermanos, primos, compañeros de clase, hace que nuestro hijo se sienta infravalorado. Su identidad se verá afectada y su autoestima tenderá a ir empequeñeciéndose. Además esta comparación puede hacer que se sienta enfadado o en competición constante con quién es comparado.
- La exigencia en cumplir las expectativas de esa etiqueta, fuerzan al pequeño a ser tal y como sus padres le dicen que es. En el caso de ser el mejor, que puede parecer a priori un elogio, lo que suele llegar a ocurrir es que ese niño tenga el listón tan alto, que conseguir estar a esa altura siempre, le genere ansiedad y malestar cuando no lo consigue.
- Etiquetar a nuestro hijo, nos asegura centrarnos en un solo aspecto de su personalidad, haciéndonos olvidar que él es mucho más que su etiqueta.
- Las etiquetas suelen ser exageraciones de un rasgo que a veces es solo real desde la visión de los padres, por lo que las otras características del niño que le hacen ser él, pueden dejar de verse.
- Al poner etiquetas a nuestros pequeños actuamos con ellos de una manera que contribuye a potenciar la conducta que pretendemos evitar. Si pensamos que nuestro hijo es un niño difícil mostraremos hacia él acciones que le demostrarán que no es un niño fácil, por lo que se mostrará como un trasto con nosotros. Así, nuestra etiqueta se verá reforzada con hechos que confirman nuestro diagnóstico. Es por lo que los juicios tienen el efecto de convertirse en profecías que se autocumplen.
Nuria Llorente Sáez Psicóloga y pedagoga UNO Psicólogos
